17. La
pierna
Intentaba abrir
los ojos, mi mente estaba dividida entre mi verdadero yo y la cascada por la
que caía.
Mi nombre no
paraba de sonar al son del agua cayendo, volví a verlos, estaba despertando.
Escuché:
- ‘¿¡Pero qué
le has hecho!?’
-‘Lo siento,
solo intentaba salvarla’
-‘¡Klaus ella
es una persona muy frágil y no está en su mejor momento!’
-‘No lo sabía,
mira creo que está despertando’
-‘¿Silver,
estás bien?’
-‘Despierta por
favor’
Dejaron de ser
unas simples voces para convertirse en palabras de amigos preocupados, sus
caras dejaron de ser reflejos y pasaron a ser parte de ellos, la cascada no
estaba, dejé de caer, desperté.
Cuando recobré
la consciencia completamente me salió agua de los pulmones y la expulsé por la
boca.
-Oh, madre mía,
Silver- expresó Klaus preocupado- lo siento mucho de verdad.
Intentaba articular
palabras pero no pude, me estaba ahogando con el agua y la sangre que salía de
mi boca.
Miranda se
acercó a mí, me incorporó y me limpió como pudo.
-¿Pero qué le
has hecho?- dijo dirigiéndose a él.
Él, humillado,
se alejó de nosotras y se sentó junto a una roca sin decir nada, sentí pena de
él, era una buena persona, me había dicho todo lo que le había preguntado.
Dejé de tirar
nada y, aunque la cabeza me daba tumbos pude decir:
-Klaus- tosí un
poco- estoy bien- pero sabía que no me quedaba mucho por vivir, aunque intenté
ser lo más sincera posible.
Miranda empezó
a llorar, no podía ni mirarme, entonces se levantó de un salto, furiosa, y
corrió hacia Klaus moviendo los brazos nerviosa y gritando:
-¡Pero qué le
has hecho!
Cuando llegó
donde estaba él se tiró encima suya y empezó a ahogarlo con sus manos llenas de
mi sangre.
Klaus no paraba
de gritar, y empezaron a pelearse por todo el suelo, lo dejaron todo perdido,
yo solo pude decir:
-¡Miranda para,
no es culpa suya!
Entonces me
levanté e intenté separarlos, después ambos se quedaron mirándome.
-¡¿Qué, qué
pasa?! – les grité.
-Tu pierna
Silver, puedes moverla- dijo Miranda alucinada y confusa.
Era cierto, me
había levantado, había corrido… Dios, ¿en serio había funcionado? ¿Podía volver
a mover la pierna?
-Oh.- no pude
decir nada más por la emoción, se lo debía todo a Klaus, a ese chico rubio con
la mirada brillante- Klaus.- dije mirándolo agradecida, pero no consiguió
responderme.
Entonces él se
acercó deprisa a mí y me abrazó, fue uno de los abrazos más tiernos que le he
dado a nadie, nos habíamos salvado mutuamente, esa persona pasó a ser
importante para mí.
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