15. Humo
Estaba
destrozada, solo pude dormir una hora, tan agotada pero incapaz de dormir, no
podía sentirme más debilitada y empapada en lágrimas.
Por la noche me
invadía el pensamiento de que la única solución era cortarme la pierna, no
podía parar de pensar en eso. El dolor era demasiado fuerte, no podría
continuar sola, iba a ser imposible, tenía que buscar una solución y la única
viable era cortármela.
Por supuesto
que sin pierna sería mucho menos fuerte, menos ágil, no podría volver a correr,
no podría volver a mantenerme en pie, pero es que ahora no puedo tampoco.
De la única
manera que consigo moverme es arrastrándome por el suelo.
Entonces pensé,
“¿Pero y volando?”, ¿podría volar? No estaría mal intentarlo.
Esa era la
única solución, me puse en pie apoyándome en la roca, me volví a atar otra capa
de tela en la pierna para reforzarla y aliviarme un poco.
Cogí una de las
mochilas, lo saqué todo, y lo metí en la otra, estaba un poco abultado pero eso
era mejor que llevar la carga de dos mochilas.
Até la espada a
una de las cuerdas de la mochila todo lo fuerte que pude. La chaqueta estaba
destrozada, menos mal que ya se estaba derritiendo la nieve del calor.
Una vez en pie,
desplegué las alas, y me preparé para el despegue, pude impulsarme gracias a la
roca y a mi pierna buena.
Despegué muy
bien gracias al gran impulso, la vida en el aire se me hacía complicada sin
poder moverme, pero volví a encontrar las huellas y retomé lo que había dejado.
El dolor de la
pierna me motivaba y me hacía volar más deprisa.
El sol estaba
empezando a salir otra vez, el humo todavía estaba, y cada vez más cerca, lo
que me asustaba porque, cuando llegara a la hoguera de los hechiceros, ¿Qué iba
a hacer con la pierna rota? No podría salvarla, no sin Justin. Intenté
sacármelo de la cabeza de una vez, “Él no está” me decía. Mi mente no paraba de
repetírselo.
Seguí volando,
“Que pase lo que tenga que pasar”, pensé.
Entonces lo vi,
ahí estaba, delante de mí, lo que había estado persiguiendo tanto, el humo, a
solo unos veinte pasos.
Bajé un poco
para que no me vieran venir, estaba volviendo a oscurecer, lo que era mejor,
porque así la noche me envolvía y sería más difícil que me vieran.
La escena era
esta: Cinco hechiceros rodeando una gran hoguera de la que colgaba Miranda boca
abajo, estaba atada a una tabla de madera justo encima del fuego de manos y
pies, con la boca tapada. Sus túnicas negras se iluminaban con el fuego y la
noche nos invadía.
Una pequeña luz en medio de todas las sombras.
Bajé del todo
al suelo lo que hizo que me doliera aún más al apoyar peso en la pierna, pegué
un pequeño chillido y caí al suelo de inmediato. Estaban tan cerca. Ella estaba
tan asustada, estaba a punto de morir quemada. Seguro que ellos me habrían
escuchado gritar, asique me arrastré hasta la roca más cercana intentando no
hacer ruido y me quedé ahí sentada, inmóvil, temiendo por nuestras vidas.
Miré el cielo
oscuro rezando porque algo pasara, porque algo nos salvara.
Podía escuchar
como pasos se acercaban a mí, y no iba a poder hacer nada.
Entonces me di
cuenta de que el cielo no estaba estrellado, eso solo pasaba cuando las nubes
tapaban las estrellas, y, en ese caso, no tardaría mucho en llover. Sonreí. ¿La
lluvia podría salvarnos? Quizá de alguna forma.
-Gracias-
Susurré.
Entonces una
pequeña gota de agua me calló en la nariz. Aquello me dio fuerzas, hizo que el
dolor fuera lo menos importante, fui capaz de dejar el dolor a un lado, de
suprimirlo.
Uno de ellos
estaba cerca de mí, a la otra parte de esta roca, no lo veía pero sabía
exactamente lo que estaba ocurriendo: Él estaba desconcertado mirando a todas
partes, buscando la causa del ruido de antes. Yo podía sentir su ansia por
matarnos a ambas, su respiración acelerada a solo una roca de mí. Cerré los
ojos y me concentré en él, intenté decirle algo, entrar en su mente de alguna
manera, podía ver lo que él veía, podía escuchar lo que él escuchaba, sentir lo
que él sentía.
Le dije que
soltara a Miranda, que se rindiera, que no iban a conseguir nada matándola.
Intenté abrir sus ojos cerrados, mostrarle otras salidas, yo decidiría lo que
nos iba a pasar, lo que le iba a pasar. Pude ver en su interior, su pasado, su
vida.
En ese momento
pude ver un montón de imágenes en mi cabeza. Vi como un gran hechicero lo
maltrataba, todavía pequeño, vi su sufrimiento. Su madre murió el día en el que
él nació, y eso le provocó un trauma enorme a su padre, lo que hizo que volcara
su ira en su hijo.
Pude ver toda
su vida en un puñado de imágenes, entonces supe que él solo quería matarnos
para contentar a su padre.
Yo le di a
entender que su padre no estaba enfadado con él, intenté suprimir su
culpabilidad por haber matado a su madre, ya que él no pudo hacer nada por
evitarlo.
Se dio cuenta
de que no quería matarnos, y que había estado a punto de hacerlo por unos
cuantos malos recuerdos. Entonces, al eliminar sus malos recuerdos y su maldad,
dejó de ser un hechicero, se transformó en aquel pobre chico maltratado. Su
túnica negra se desvaneció y su cara se transformó en lo que era realmente.
Abrió los ojos
que habían estado cerrados tanto tiempo, empuñó con fuerza la espada de sus
manos y empezó a matar a los otros cuatro.
Entonces abrí
los ojos, había vuelto en mí.
Me levanté con ayuda de la roca, quería
presenciar lo que había hecho, había devuelto a la vida a un chico encerrado en
un hechicero, lo había salvado, con mi mente.
Él estaba
salvándonos, matando a los demás, le había dado tanta fuerza que, era
imparable.
Acabó con los
cuatro en poco tiempo, y entonces vió a Miranda, desmayada por el humo, la
desató y la dejó en la nieve mojada por la lluvia. La hoguera se apagó poco
tiempo después, por el agua caída del cielo.
Y fue en aquel
momento cuando me di cuenta de lo poderosa que era, había sido capaz de entrar
en la mente de un hechicero y salvarlo de su propia locura, nos había salvado a
las dos.
Entonces el me
vio apoyada en la roca sin apenas moverme y se acercó corriendo a mí. Era un
chico rubio de unos 14 años, con algunas heridas de guerra y unos ojos grises
que me hipnotizaron. Iba vestido de
negro, con una tela muy fina.
Me agarró y me
ayudó a llegar donde Miranda. Ella despertó a los pocos segundos, y, cuando
recobró la conciencia me dio un abrazo tan grande, que ambas nos caímos a la
nieve empapada.
-¡Dios lo has
conseguido Silver sabía que lo harías! Pero, ¿cómo? ¿qué ha pasado?
-Dios Miranda
no sabes cuánto miedo he pasado, pensé que íbamos a morir, no me podía mover,
estaba impotente- entonces se me saltaron las lágrimas y me empecé a atragantar
mientras hablaba, aun no me creía lo que había pasado- No sabía qué hacer y…
Ella me cortó
con otro abrazo tierno antes de que pudiera decir nada más, todo había pasado,
estábamos bien, vivas.
-Cuando
desapareciste empecé a seguir tus huellas pero paré para cazar – seguí
diciéndole, ya más tranquila- Y entonces uno de los Pitxes me empujó y se, se
me rompió la pierna- le decía mientras le enseñaba la pierna mal vendada, me di
cuenta que el chico me miró como si tuviera algo que decir, pero continué hablando-
tuve que ir volando porque no había otra forma de encontrarte, dios pasé una
noche horrible Miranda,
-puse mala cara al recordar el dolor- al cabo
de un día volando encontré el humo, pero tenía tanto miedo que solo pude
arrastrarme hasta una roca, pero los hechiceros me escucharon y él- dije
mirándolo- él estuvo muy cerca de matarnos, y no sé cómo, entré en su mente,
eliminé todo su dolor y maldad, dejó de ser hechicero para convertirse en este
chico, lo que realmente es -ella lo miraba desconcertada-
-Me llamo Klaus
– intervino esbozando una sonrisa inocente-.
-¿Y cómo
sabemos si nos podemos fiar?- replicó ella, todavía sin convencerse-.
-¿Qué daño nos
puede hacer un chico tan joven? Además, lo he salvado de un destino horrible y
malvado- le guiñé un ojo.
-Tengo 14
años-.
-¿Y qué camino
vas a seguir?- preguntó Miranda, más tranquila.
-No lo sé,
nunca he ido más allá de Supak, pero no puedo volver a ver a mi padre, no puedo
volver allí- se atragantó con lágrimas al darse cuenta de que no sabía qué hacer,
estaba perdido- pero me encaminaré solo si eso lo que queréis- cambió de tono
al decírnoslo, para tapar que estaba realmente asustado por nuestra respuesta-.
-No podemos
dejarlo tirado Miranda.
-¡Espero que
sepas que no puedes dar problemas si vienes con nosotras! No dependemos de ti,
tú dependes de nosotras para sobrevivir, asique harás lo que te digamos, o aquí
te quedas- Gritó Miranda, fingiendo un enfado.
Ella sin decir
nadase tumbó con la cara hacia otro lado, para no verlo.
-El dolor se
estaba calmando un poco-
Él me miró
asustado por sus palabras y yo solté una risita y dije, para calmarlo:
-Anda duérmete,
no pasa nada.
Él me sonrió y logró
dormirse en pocos segundos.
Yo lo intenté,
pero el insomnio no me dejó.
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