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miércoles, 10 de julio de 2013

15. Humo

15. Humo

Estaba destrozada, solo pude dormir una hora, tan agotada pero incapaz de dormir, no podía sentirme más debilitada y empapada en lágrimas.
Por la noche me invadía el pensamiento de que la única solución era cortarme la pierna, no podía parar de pensar en eso. El dolor era demasiado fuerte, no podría continuar sola, iba a ser imposible, tenía que buscar una solución y la única viable era cortármela.
Por supuesto que sin pierna sería mucho menos fuerte, menos ágil, no podría volver a correr, no podría volver a mantenerme en pie, pero es que ahora no puedo tampoco.
De la única manera que consigo moverme es arrastrándome por el suelo.
Entonces pensé, “¿Pero y volando?”, ¿podría volar? No estaría mal intentarlo.
Esa era la única solución, me puse en pie apoyándome en la roca, me volví a atar otra capa de tela en la pierna para reforzarla y aliviarme un poco.
Cogí una de las mochilas, lo saqué todo, y lo metí en la otra, estaba un poco abultado pero eso era mejor que llevar la carga de dos mochilas.
Até la espada a una de las cuerdas de la mochila todo lo fuerte que pude. La chaqueta estaba destrozada, menos mal que ya se estaba derritiendo la nieve del calor.
Una vez en pie, desplegué las alas, y me preparé para el despegue, pude impulsarme gracias a la roca y a mi pierna buena.
Despegué muy bien gracias al gran impulso, la vida en el aire se me hacía complicada sin poder moverme, pero volví a encontrar las huellas y retomé lo que había dejado.
El dolor de la pierna me motivaba y me hacía volar más deprisa.
El sol estaba empezando a salir otra vez, el humo todavía estaba, y cada vez más cerca, lo que me asustaba porque, cuando llegara a la hoguera de los hechiceros, ¿Qué iba a hacer con la pierna rota? No podría salvarla, no sin Justin. Intenté sacármelo de la cabeza de una vez, “Él no está” me decía. Mi mente no paraba de repetírselo.
Seguí volando, “Que pase lo que tenga que pasar”, pensé.
Entonces lo vi, ahí estaba, delante de mí, lo que había estado persiguiendo tanto, el humo, a solo unos veinte pasos.
Bajé un poco para que no me vieran venir, estaba volviendo a oscurecer, lo que era mejor, porque así la noche me envolvía y sería más difícil que me vieran.
La escena era esta: Cinco hechiceros rodeando una gran hoguera de la que colgaba Miranda boca abajo, estaba atada a una tabla de madera justo encima del fuego de manos y pies, con la boca tapada. Sus túnicas negras se iluminaban con el fuego y la noche nos invadía.
 Una pequeña luz en medio de todas las sombras.  
Bajé del todo al suelo lo que hizo que me doliera aún más al apoyar peso en la pierna, pegué un pequeño chillido y caí al suelo de inmediato. Estaban tan cerca. Ella estaba tan asustada, estaba a punto de morir quemada. Seguro que ellos me habrían escuchado gritar, asique me arrastré hasta la roca más cercana intentando no hacer ruido y me quedé ahí sentada, inmóvil, temiendo por nuestras vidas.
Miré el cielo oscuro rezando porque algo pasara, porque algo nos salvara.
Podía escuchar como pasos se acercaban a mí, y no iba a poder hacer nada.
Entonces me di cuenta de que el cielo no estaba estrellado, eso solo pasaba cuando las nubes tapaban las estrellas, y, en ese caso, no tardaría mucho en llover. Sonreí. ¿La lluvia podría salvarnos? Quizá de alguna forma.
-Gracias- Susurré.
Entonces una pequeña gota de agua me calló en la nariz. Aquello me dio fuerzas, hizo que el dolor fuera lo menos importante, fui capaz de dejar el dolor a un lado, de suprimirlo.
Uno de ellos estaba cerca de mí, a la otra parte de esta roca, no lo veía pero sabía exactamente lo que estaba ocurriendo: Él estaba desconcertado mirando a todas partes, buscando la causa del ruido de antes. Yo podía sentir su ansia por matarnos a ambas, su respiración acelerada a solo una roca de mí. Cerré los ojos y me concentré en él, intenté decirle algo, entrar en su mente de alguna manera, podía ver lo que él veía, podía escuchar lo que él escuchaba, sentir lo que él sentía.
Le dije que soltara a Miranda, que se rindiera, que no iban a conseguir nada matándola. Intenté abrir sus ojos cerrados, mostrarle otras salidas, yo decidiría lo que nos iba a pasar, lo que le iba a pasar. Pude ver en su interior, su pasado, su vida.
En ese momento pude ver un montón de imágenes en mi cabeza. Vi como un gran hechicero lo maltrataba, todavía pequeño, vi su sufrimiento. Su madre murió el día en el que él nació, y eso le provocó un trauma enorme a su padre, lo que hizo que volcara su ira en su hijo.
Pude ver toda su vida en un puñado de imágenes, entonces supe que él solo quería matarnos para contentar a su padre.
Yo le di a entender que su padre no estaba enfadado con él, intenté suprimir su culpabilidad por haber matado a su madre, ya que él no pudo hacer nada por evitarlo.
Se dio cuenta de que no quería matarnos, y que había estado a punto de hacerlo por unos cuantos malos recuerdos. Entonces, al eliminar sus malos recuerdos y su maldad, dejó de ser un hechicero, se transformó en aquel pobre chico maltratado. Su túnica negra se desvaneció y su cara se transformó en lo que era realmente.
Abrió los ojos que habían estado cerrados tanto tiempo, empuñó con fuerza la espada de sus manos y empezó a matar a los otros cuatro.
Entonces abrí los ojos, había vuelto en mí.
 Me levanté con ayuda de la roca, quería presenciar lo que había hecho, había devuelto a la vida a un chico encerrado en un hechicero, lo había salvado, con mi mente.
Él estaba salvándonos, matando a los demás, le había dado tanta fuerza que, era imparable.
Acabó con los cuatro en poco tiempo, y entonces vió a Miranda, desmayada por el humo, la desató y la dejó en la nieve mojada por la lluvia. La hoguera se apagó poco tiempo después, por el agua caída del cielo.
Y fue en aquel momento cuando me di cuenta de lo poderosa que era, había sido capaz de entrar en la mente de un hechicero y salvarlo de su propia locura, nos había salvado a las dos.
Entonces el me vio apoyada en la roca sin apenas moverme y se acercó corriendo a mí. Era un chico rubio de unos 14 años, con algunas heridas de guerra y unos ojos grises que me hipnotizaron.  Iba vestido de negro, con una tela muy fina.
Me agarró y me ayudó a llegar donde Miranda. Ella despertó a los pocos segundos, y, cuando recobró la conciencia me dio un abrazo tan grande, que ambas nos caímos a la nieve empapada.  
-¡Dios lo has conseguido Silver sabía que lo harías! Pero, ¿cómo? ¿qué ha pasado?
-Dios Miranda no sabes cuánto miedo he pasado, pensé que íbamos a morir, no me podía mover, estaba impotente- entonces se me saltaron las lágrimas y me empecé a atragantar mientras hablaba, aun no me creía lo que había pasado- No sabía qué hacer y…
Ella me cortó con otro abrazo tierno antes de que pudiera decir nada más, todo había pasado, estábamos bien, vivas.
-Cuando desapareciste empecé a seguir tus huellas pero paré para cazar – seguí diciéndole, ya más tranquila- Y entonces uno de los Pitxes me empujó y se, se me rompió la pierna- le decía mientras le enseñaba la pierna mal vendada, me di cuenta que el chico me miró como si tuviera algo que decir, pero continué hablando- tuve que ir volando porque no había otra forma de encontrarte, dios pasé una noche horrible Miranda,
 -puse mala cara al recordar el dolor- al cabo de un día volando encontré el humo, pero tenía tanto miedo que solo pude arrastrarme hasta una roca, pero los hechiceros me escucharon y él- dije mirándolo- él estuvo muy cerca de matarnos, y no sé cómo, entré en su mente, eliminé todo su dolor y maldad, dejó de ser hechicero para convertirse en este chico, lo que realmente es -ella lo miraba desconcertada-
-Me llamo Klaus – intervino esbozando una sonrisa inocente-.
-¿Y cómo sabemos si nos podemos fiar?- replicó ella, todavía sin convencerse-.
-¿Qué daño nos puede hacer un chico tan joven? Además, lo he salvado de un destino horrible y malvado- le guiñé un ojo.
-Tengo 14 años-.
-¿Y qué camino vas a seguir?- preguntó Miranda, más tranquila.
-No lo sé, nunca he ido más allá de Supak, pero no puedo volver a ver a mi padre, no puedo volver allí- se atragantó con lágrimas al darse cuenta de que no sabía qué hacer, estaba perdido- pero me encaminaré solo si eso lo que queréis- cambió de tono al decírnoslo, para tapar que estaba realmente asustado por nuestra respuesta-.
-No podemos dejarlo tirado Miranda.
-¡Espero que sepas que no puedes dar problemas si vienes con nosotras! No dependemos de ti, tú dependes de nosotras para sobrevivir, asique harás lo que te digamos, o aquí te quedas- Gritó Miranda, fingiendo un enfado.
Ella sin decir nadase tumbó con la cara hacia otro lado, para no verlo.
-El dolor se estaba calmando un poco-
Él me miró asustado por sus palabras y yo solté una risita y dije, para calmarlo:
-Anda duérmete, no pasa nada.
Él me sonrió y logró dormirse en pocos segundos.

Yo lo intenté, pero el insomnio no me dejó. 

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