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domingo, 30 de junio de 2013

14. Nadie

14. Nadie

Un destello de luz bajó desde mi pelo y cayó hasta mis ojos recién abiertos, era la primera vez desde hacía ya mucho tiempo que no recordaba lo que había soñado, simplemente me desperté, y vi la mochila de Miranda junto a  su cama vacía, ella no estaba.
Me levanté de un salto buscándola son la mirada por todas partes, me di cuenta que para llegar al Monasterio del Norte solo tendríamos que seguir unas pisadas que supuse que dejaron los últimos que fueron.
¿Y Miranda? No lo sé. No estaba.
Me volví a sentar, ahora ya no hacia tanto frio como cuando llegamos, asique me puse un poco más cómoda. Empecé a esperarla aquí, pensé que era mejor no moverme, que ya volvería, que habría ido a buscar comida…
Pasaron las horas, mi estómago se vació, mi mente se dispersó, pensando en lo peor, otra vez. La niebla y el frío volvieron a aparecer, ¿tenía que seguir quieta? Creo que no.
Me levanté ya preocupada, cogí las mochilas y empecé a seguir las huellas, que ahora me acabo de dar cuenta de que seguramente fuesen de Miranda. Iba pisando una a una, mis pies encajaban perfectamente en el hueco que dejaron los suyos al pasar.
Al cabo de un rato las huellas empezaron a multiplicarse, ya no estaba solo Miranda, ¿sería su hermana? Lo dudo mucho.
Por lo menos por aquí habían pasado tres o cuatro personas, yo iba acelerando el ritmo cada vez más.
Saqué el mapa, y me situé, no estaba lejos del Monasterio, a unas cuantas millas a pie. Solo esperaba no tropezarme con ningún Pitxe, y encontrarla pronto.
Intentaba no agobiarme por Miranda, solo seguí caminando sin pensar en nada.
Entonces paré en seco, me di cuenta de que, si alzaba un poco el  vuelo a lo mejor la vería aunque fuera a lo lejos.  Sin dudarlo mis alas se desplegaron y me lancé al aire.

La niebla lo tapaba todo, decidí seguir subiendo, subí tan alto que la niebla desapareció, podía incluso ver el Monasterio, allí estaba, sonreí al pensar que algo estaba saliendo bien, estaba motivada asique me até bien las mochilas a la espalda como pude para que no se cayeran y seguí volando hacia delante intentando seguir las huellas a toda velocidad.
Estaba tan eufórica que no pude parar, iba tan rápido que parecía que la niebla se apartaba a mi paso, necesitaba un poco de acción después de todo, esto me animó, dejé de pensar en él, en ella, y seguí. Solo pensaba que estaba surcando el cielo buscando algo, la daga, que ellos solo eran pequeños pasos, pero que la que realmente tenía que hacer esto era yo.
Pensé que a partir de ahora seguiría sola, porque, ¿por qué arriesgar sus vidas? No tenía sentido.
Empecé a reír porque ya lo entendía todo, después de todo este tiempo, con o sin Justin, con o sin Miranda, estaba yo, yo empecé sola en aquella playa, y debía terminar igual de sola.
Quería saber que había sido de mi tanto tiempo, todo eso que mi memoria no es capaz de recordar, mi pasado antes de la playa. Quizá sea tan horrible que preferí olvidarlo, o quizá sea una verdadera heroína y en tiempos atrás haya llegado a salvar vidas, todo podía ser.

Entonces alguien gritó, un grito ahogado en dolor, un grito de Miranda.
Mis alas se petrificaron por el susto, paré de volar, empecé a caer…
Tumbada en el suelo boca arriba sabía lo que tenía que hacer, como debía actuar frente a una situación así, Miranda estaba en peligro.
Volví a alzar el vuelo y tan rápido como pude fui siguiendo las pisadas por el aire. Iba levantando trozos de nieve a mi paso. No volví a escuchar ningún grito, ¿eso sería mejor? ¿Significa eso que ella está bien?
¿O significa que la han matado y ya no puede gritar?
Seguía las huellas a toda velocidad hasta que a lo lejos pude ver humo, ¿Sería una hoguera de los hechiceros, serán ellos?
Me encogí solo de pensarlo. ¿Y si no conseguía rescatarla? ¿Qué sería de nosotras entonces?
Necesitábamos a Justin, él podría ayudarnos a las dos, con él somos más fuertes, nos compenetramos bien los tres, ya lo hemos hecho antes, podríamos.
Mi garganta empezó a gritar su nombre, fue como un acto reflejo después de ese pensamiento de necesidad, porque ya no era que quería que volviera, es que necesitaba que volviera.
Me estaba acercando cada vez más al humo, podía sentir el calor a lo lejos de esa llama abrasadora, ¿no irían a quemarla, verdad? Intenté olvidar ese pensamiento para no ponerme más nerviosa todavía, simplemente seguí volando con su nombre en mi boca, preparándome para lo peor.
Cada aleteo me pesaba más que el anterior, estaba empezando a debilitarme por la falta de comida, no había comido desde la caza del día anterior, con ella. Cada vez iba más lenta, asique paré, mis alas lo necesitaban.
Me puse en pie, bebí agua, y saqué la espada, tenía que comer algo rápidamente antes de seguir, o no aguantaría.
Empecé a inspeccionar la zona, todo blanco, el humo como a una milla de mí, algunas rocas y… ¡Ahí estaba! Había dos Pitxes andando solos como a cien pasos, “se habrán perdido de la manada,” pensé “Son un blanco fácil”.
Entonces empecé a acercarme a ellos sigilosamente escondiéndome entre unas rocas y otras hasta que los tuve a tiro, cogí la espada y la lancé lo más fuerte que mis brazos me lo permitieron. Conseguí clavársela a uno de ellos en su pata, no estaba muerto, pero sí herido, su ojo cambió los colores ese mismo instante, se dio la vuelta y desapareció en el cielo de un salto. Para protegerme salté yo también y me mantuve en el aire. Entonces el Pitxe terminó su potente salto y aterrizó justo debajo de mí, buscándome, entonces me encontró, y con su cabeza logró empujar mis pies hacia el suelo tan rápido que no pude reaccionar, caí al instante.
Al caer de espaldas me di la vuelta como pude pero uno de ellos saltó encima de mí y sentí una gran presión en el pecho, a continuación vomité sangre, algo iba mal. No quería desmayarme, no podía permitírmelo, me matarían, me comerían viva, tenía que reaccionar, “¡Despierta!”, me decía.
Al cabo de unos segundos de oscuridad conseguí abrir los ojos, me levanté de un salto, y, antes de que se dieran cuenta, le saqué la espada de la pata a uno de ellos. Cosa que hizo que le saliera mucha sangre.
Como ya tenía la espada se la lavé dentro del ojo al mismo Pitxe, que murió poco después, pero entonces el otro me empujó y salté por el aire como veinte pasos, la caída fue dura, la nieve se estaba haciendo hielo por el calor.
Al estamparse mi cuerpo contra el suelo sentí como si todos mis huesos se rompieran, como si todo mi cuerpo se partiera como una ramita.
No podía hacer otra cosa que gritar, porque, efectivamente, me había roto una pierna. El dolor era insoportable, y para no morir tuve soltar la espada poner una mano en la pierna rota y con la otra arrastrarme hasta la roca de antes. Una vez allí, suplicando que el Pitxe se fuera, volví a escuchar el mismo grito agudo de antes, Miranda seguía viva, por ahora.
Esperé allí sentada muerta de dolor un minuto, después con cuidado saqué la cabeza  y el Pitxe vivo había desaparecido. Estaba fuera de peligro, ahora tenía que centrarme en la pierna.
Me quité la chaqueta y con los dientes rompí un trozo de tela y me la até de forma que no pudiera moverla, para no doblarla.
Tuve que ir con una mano sujetando la tela y la otra por el suelo, ayudándome a reptar, hasta que conseguí llegar hasta la comida, al fin.
El dolor era impresionante, pero intentaba no gritar para que no lo escucharan los hechiceros y vinieran a matarme.      
Intentaba comer sin hacer ruido, aunque no paraba de llorar, no podía soportarlo. Aunque mi estómago se llenó.
Terminé de comer y entonces me entró muchísimo miedo, ¿Cómo iba a moverme? ¿Cómo salvaría a Miranda así? Dios, no podía parar de llorar por el dolor, porque no podía permitirme gritar, ahora no.
Estaba oscureciendo, y yo estaba demasiado cansada y herida como para continuar, pero no iba a poder dormir del dolor, iba a ser imposible.
Intenté ponerme cómoda y pensar que el dolor lo creaba mi mente y que realmente no existe, no me lo creía, no podía dejar de llorar.
Al final me metí un trozo de tela de la chaqueta en la boca para asegurarme de que no pudiera gritar. La mordía y eso me tranquilizaba.
Me tumbé con las mochilas e intenté cerrar los ojos, me esperaba na noche dura.




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