11. La caza
Hambrientas empezamos a andar
escondidas por Supak, buscando una manada de Pitxes para comer algo, lo que
fuera.
Yo me sentía como si estuviera
drogada o algo así, la adrenalina y el peligro podían conmigo, me dominaban,
estaba entusiasmada, ¿me habría vuelto loca? O mejor aún, ¿nos habríamos vuelto
locas? Porque Miranda estaba exactamente igual que yo, el hambre nos gobernaba
y no podíamos hacer nada más que intentar sobrevivir, y para ello teníamos que
cazar.
Miranda de repente se paró en seco y
puso su brazo izquierdo delante de mí para que me detuviera yo también. Dijo:
-Espera.
-¿Qué? ¿Qué pasa?
Ella olfateó de una forma un poco
graciosa y me dijo:
-Están cerca, los siento.
-¡Pues venga! ¿A que esperamos?
-Tenemos que ser más listas que
ellos o nos devoraran.
-¿Cuál es tu plan?
-Sígueme.
Me cogió de la mano y me arrastró
hasta un pequeño escondite, era una roca en medio de este frio paisaje, estaba
cerca de ellos.
Los conté y, el libro tenía razón,
eran veinte, justo los veinte.
Estaban todos tumbados durmiendo,
eran grandísimos y blancos, como un cilindro blanco con un ojo gigante como
cabeza, que en ese momento estaba cerrado. Todos blancos excepto uno, uno de un
color un poco más beige, supuse que sería el alfa.
-Ahí está nuestro objetivo- me
informó mientras sacaba de su mochila nuestras dos espadas, cuanto tiempo sin
verlas, sin usarlas- tenemos que descuartizarlos a todos- esta situación me
hacia reír, pero en cambio estaba muy seria, supongo que sería por no haber
comido en más de un día- los rodearemos y los mataremos a todos, no quedara ni
uno ya lo verás- se rió y yo con ella, esto había llegado un poco lejos la verdad, me asustaba un poco como pudiera
acabar, pero tenía hambre.
Ella se levantó y empezó a caminar
con la espada entre las manos, yo hice lo mismo. Cada una fue por un lado, y,
ahora que estábamos más cerca, pude ver cómo eran realmente, enormes, cuatro o
cinco metros, si nos comíamos esto no íbamos a volver a pasar hambre nunca.
Yo me agaché al lado de uno de ellos
para cortarle la cabeza con la espada, me iba acercando a el poco a poco para
que no se despertara.
Estaba tan cerca de él... Y cada vez
más y más, lo iba a conseguir, lo mataría con mis propias manos…
Pero, entonces cuando ya estaba a
dos centímetros de su largo cuello, su ojo se abrió, y no estaba violeta y
banco, estaba rojo y negro. Yo me pegué un susto de muerte, pegué tal grito que
incluso me caí hacia atrás en el suelo. Miranda empezó a correr hacia mí pero
otro Pitxe se posó delante de ella y la empezó a hipnotizar.
Yo estaba atrapada en un agujero en el suelo,
la caída había sido tan fuerte que el hielo se rompió y mi pierna estaba
enganchada dentro, empecé a gritar como pude:
-¡Ayuda! ¡Miranda, escapa, me caigo!
-¡Ayuda! ¡Miranda, escapa, me caigo!
Miranda estaba ausente, había caído
al suelo como yo y de repente se volvió a abrir otro agujero en el suelo y ella
cayo dentro, todo su cuerpo cayó dentro. Yo estaba aterrorizada, se había
acabado, habíamos perdido…
Me di cuenta de que Miranda no
estaba, se había hundido en el agua congelada donde estábamos ahora… Era solo
eso, agua, entendí que solo era líquido y me hundí.
Bajo ese universo paralelo de nieve
había otro de agua congelada, donde no aguantaría mucho tiempo sin respirar,
tenía que salvar a Miranda y salir las dos de allí. Saque la cabeza para coger
aire y después la volví a meter y rápidamente empecé a nadar hacia abajo,
hundiéndome poco a poco más… En medio de todos estos trozos de hielo pude ver a Miranda atrapada entre dos de
ellos, me desplacé lo más rápido que pude hacia ella, la cogí de los brazos y
estiré contra el suelo húmedo para sacarla de allí. Nunca habíamos estado en un
peligro así, no había vito a Miranda así nunca, ella, ella estaba perdida, no
sabía dónde estábamos, bajo el mar…
“Por favor no mueras, por lo que más
quieras, despierta…” Pensé.
Hice presión contra el suelo
mientras la estiraba de los brazos, al fin lo conseguí, la saqué de ese agujero
sin esperanza. La devolví al mundo sacándola del agua y volviendo a la tierra
blanca. Había respirado por las dos, por ella y por mí. Salimos de allí, la
tumbé en el suelo y cogí mi espada, dispuesta a matarlos a todos, llena de
venganza por todo mi cuerpo.
Alcé mis alas
hacia el aire con la espada entre las manos y agarré mis piernas alrededor del
cuello de uno y le corté la cabeza, le salió sangre morada de entre las
vértebras., quería acabar con todos ellos.
Caí con los
pies en el suelo, levanté la cabeza y entonces vi como ese resto de diecinueve
ojos se abrían delante de mi todos a la vez, pero, yo no tenía miedo, quería
que vinieran a por mí. Se levantaron de
un salto y de otro más largo llegaron a mí, parecía una coreografía sin
preparar, el baile iba a empezar, ¿quién quedaría el último en pie?
Yo empecé s
esquivar sus delgados cuerpos rápidamente, como era dos o tres metros más
pequeña que ellos tenía ventaja, podía escabullirme en medio de todos sin que
me vieran, y eso hice. Me puse en medio de dos y se chocaron entre ellos, era
muy fácil distraerlos para que se equivocaran e hipnotizaran a otro de ellos.
Seguí así un
rato más, cortando cabezas tan tranquila como si anduviera, volando de vez en
cuando para darme impulso y que así fuera más fácil hacer el corte. Me
encantaba verles desangrarse, me di cuenta de que esto era lo que necesitaba
hacía ya mucho tiempo, de que desde que pasó lo de Justin tenía que descargar
mi rabia con alguien, y lo estaba haciendo con los Pitxes.
Después de un
rato sobrevolando estos muertos corazones terminé, había aniquilado a todos los
que me habían atacado, pero me di cuenta de algo, faltaba uno, el alfa, el de
color beige.
Lo miré, él me
miró sediento como yo, malditos los dos nos acercamos, él de un simple salto y
yo volando para poder mirarle al ojo sin tener que girar mi cabeza hacia
arriba.
A cinco centímetros el uno del otro, empuñé mi
espada pero entonces su ojo se transformó en un remolino negro, todo negro
completamente, oscuro y lleno de sombras, sin un ápice de vida. Yo caí al suelo
sin saber porque, de repente no podía mover mi cuerpo, estaba dentro de él pero
no lo controlaba, hacia lo que él me ordenaba. Estaba en el suelo con la espada
a unos cuatro metros de mí, con el Pitxe mirándome desde arriba como un
superior, yo paralizada sin poder hacer nada, muerta de ganas de que acabara
conmigo. Entonces empecé a verlo todo nublado, lo último que recuerdo es que
Miranda apareció por detrás del Pitxe y le empezó a chupar la sangre del
cuello, yo veía cada vez peor, a partir de ese momento cerré los ojos, pensé
que iba a morir, estaba feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario