14. Nadie
Un destello de
luz bajó desde mi pelo y cayó hasta mis ojos recién abiertos, era la primera
vez desde hacía ya mucho tiempo que no recordaba lo que había soñado,
simplemente me desperté, y vi la mochila de Miranda junto a su cama vacía, ella no estaba.
Me levanté de
un salto buscándola son la mirada por todas partes, me di cuenta que para
llegar al Monasterio del Norte solo tendríamos que seguir unas pisadas que
supuse que dejaron los últimos que fueron.
¿Y Miranda? No
lo sé. No estaba.
Me volví a
sentar, ahora ya no hacia tanto frio como cuando llegamos, asique me puse un
poco más cómoda. Empecé a esperarla aquí, pensé que era mejor no moverme, que
ya volvería, que habría ido a buscar comida…
Pasaron las
horas, mi estómago se vació, mi mente se dispersó, pensando en lo peor, otra
vez. La niebla y el frío volvieron a aparecer, ¿tenía que seguir quieta? Creo
que no.
Me levanté ya
preocupada, cogí las mochilas y empecé a seguir las huellas, que ahora me acabo
de dar cuenta de que seguramente fuesen de Miranda. Iba pisando una a una, mis
pies encajaban perfectamente en el hueco que dejaron los suyos al pasar.
Al cabo de un
rato las huellas empezaron a multiplicarse, ya no estaba solo Miranda, ¿sería
su hermana? Lo dudo mucho.
Por lo menos
por aquí habían pasado tres o cuatro personas, yo iba acelerando el ritmo cada
vez más.
Saqué el mapa,
y me situé, no estaba lejos del Monasterio, a unas cuantas millas a pie. Solo
esperaba no tropezarme con ningún Pitxe, y encontrarla pronto.
Intentaba no
agobiarme por Miranda, solo seguí caminando sin pensar en nada.
Entonces paré
en seco, me di cuenta de que, si alzaba un poco el vuelo a lo mejor la vería aunque fuera a lo
lejos. Sin dudarlo mis alas se
desplegaron y me lancé al aire.
La niebla lo
tapaba todo, decidí seguir subiendo, subí tan alto que la niebla desapareció,
podía incluso ver el Monasterio, allí estaba, sonreí al pensar que algo estaba
saliendo bien, estaba motivada asique me até bien las mochilas a la espalda
como pude para que no se cayeran y seguí volando hacia delante intentando
seguir las huellas a toda velocidad.
Estaba tan
eufórica que no pude parar, iba tan rápido que parecía que la niebla se
apartaba a mi paso, necesitaba un poco de acción después de todo, esto me
animó, dejé de pensar en él, en ella, y seguí. Solo pensaba que estaba surcando
el cielo buscando algo, la daga, que ellos solo eran pequeños pasos, pero que
la que realmente tenía que hacer esto era yo.
Pensé que a
partir de ahora seguiría sola, porque, ¿por qué arriesgar sus vidas? No tenía
sentido.
Empecé a reír
porque ya lo entendía todo, después de todo este tiempo, con o sin Justin, con
o sin Miranda, estaba yo, yo empecé sola en aquella playa, y debía terminar
igual de sola.
Quería saber
que había sido de mi tanto tiempo, todo eso que mi memoria no es capaz de
recordar, mi pasado antes de la playa. Quizá sea tan horrible que preferí
olvidarlo, o quizá sea una verdadera heroína y en tiempos atrás haya llegado a
salvar vidas, todo podía ser.
Entonces alguien
gritó, un grito ahogado en dolor, un grito de Miranda.
Mis alas se
petrificaron por el susto, paré de volar, empecé a caer…
Tumbada en el
suelo boca arriba sabía lo que tenía que hacer, como debía actuar frente a una
situación así, Miranda estaba en peligro.
Volví a alzar
el vuelo y tan rápido como pude fui siguiendo las pisadas por el aire. Iba
levantando trozos de nieve a mi paso. No volví a escuchar ningún grito, ¿eso
sería mejor? ¿Significa eso que ella está bien?
¿O significa
que la han matado y ya no puede gritar?
Seguía las
huellas a toda velocidad hasta que a lo lejos pude ver humo, ¿Sería una hoguera
de los hechiceros, serán ellos?
Me encogí solo
de pensarlo. ¿Y si no conseguía rescatarla? ¿Qué sería de nosotras entonces?
Necesitábamos a
Justin, él podría ayudarnos a las dos, con él somos más fuertes, nos
compenetramos bien los tres, ya lo hemos hecho antes, podríamos.
Mi garganta
empezó a gritar su nombre, fue como un acto reflejo después de ese pensamiento
de necesidad, porque ya no era que quería que volviera, es que necesitaba que
volviera.
Me estaba
acercando cada vez más al humo, podía sentir el calor a lo lejos de esa llama
abrasadora, ¿no irían a quemarla, verdad? Intenté olvidar ese pensamiento para
no ponerme más nerviosa todavía, simplemente seguí volando con su nombre en mi
boca, preparándome para lo peor.
Cada aleteo me
pesaba más que el anterior, estaba empezando a debilitarme por la falta de
comida, no había comido desde la caza del día anterior, con ella. Cada vez iba
más lenta, asique paré, mis alas lo necesitaban.
Me puse en pie,
bebí agua, y saqué la espada, tenía que comer algo rápidamente antes de seguir,
o no aguantaría.
Empecé a
inspeccionar la zona, todo blanco, el humo como a una milla de mí, algunas
rocas y… ¡Ahí estaba! Había dos Pitxes andando solos como a cien pasos, “se habrán
perdido de la manada,” pensé “Son un blanco fácil”.
Entonces empecé
a acercarme a ellos sigilosamente escondiéndome entre unas rocas y otras hasta
que los tuve a tiro, cogí la espada y la lancé lo más fuerte que mis brazos me
lo permitieron. Conseguí clavársela a uno de ellos en su pata, no estaba
muerto, pero sí herido, su ojo cambió los colores ese mismo instante, se dio la
vuelta y desapareció en el cielo de un salto. Para protegerme salté yo también
y me mantuve en el aire. Entonces el Pitxe terminó su potente salto y aterrizó
justo debajo de mí, buscándome, entonces me encontró, y con su cabeza logró
empujar mis pies hacia el suelo tan rápido que no pude reaccionar, caí al
instante.
Al caer de
espaldas me di la vuelta como pude pero uno de ellos saltó encima de mí y sentí
una gran presión en el pecho, a continuación vomité sangre, algo iba mal. No
quería desmayarme, no podía permitírmelo, me matarían, me comerían viva, tenía
que reaccionar, “¡Despierta!”, me decía.
Al cabo de unos
segundos de oscuridad conseguí abrir los ojos, me levanté de un salto, y, antes
de que se dieran cuenta, le saqué la espada de la pata a uno de ellos. Cosa que
hizo que le saliera mucha sangre.
Como ya tenía
la espada se la lavé dentro del ojo al mismo Pitxe, que murió poco después,
pero entonces el otro me empujó y salté por el aire como veinte pasos, la caída
fue dura, la nieve se estaba haciendo hielo por el calor.
Al estamparse
mi cuerpo contra el suelo sentí como si todos mis huesos se rompieran, como si
todo mi cuerpo se partiera como una ramita.
No podía hacer
otra cosa que gritar, porque, efectivamente, me había roto una pierna. El dolor
era insoportable, y para no morir tuve soltar la espada poner una mano en la
pierna rota y con la otra arrastrarme hasta la roca de antes. Una vez allí,
suplicando que el Pitxe se fuera, volví a escuchar el mismo grito agudo de
antes, Miranda seguía viva, por ahora.
Esperé allí
sentada muerta de dolor un minuto, después con cuidado saqué la cabeza y el Pitxe vivo había desaparecido. Estaba
fuera de peligro, ahora tenía que centrarme en la pierna.
Me quité la
chaqueta y con los dientes rompí un trozo de tela y me la até de forma que no
pudiera moverla, para no doblarla.
Tuve que ir con
una mano sujetando la tela y la otra por el suelo, ayudándome a reptar, hasta
que conseguí llegar hasta la comida, al fin.
El dolor era
impresionante, pero intentaba no gritar para que no lo escucharan los hechiceros
y vinieran a matarme.
Intentaba comer
sin hacer ruido, aunque no paraba de llorar, no podía soportarlo. Aunque mi estómago
se llenó.
Terminé de
comer y entonces me entró muchísimo miedo, ¿Cómo iba a moverme? ¿Cómo salvaría
a Miranda así? Dios, no podía parar de llorar por el dolor, porque no podía permitirme
gritar, ahora no.
Estaba oscureciendo,
y yo estaba demasiado cansada y herida como para continuar, pero no iba a poder
dormir del dolor, iba a ser imposible.
Intenté ponerme
cómoda y pensar que el dolor lo creaba mi mente y que realmente no existe, no
me lo creía, no podía dejar de llorar.
Al final me metí
un trozo de tela de la chaqueta en la boca para asegurarme de que no pudiera
gritar. La mordía y eso me tranquilizaba.
Me tumbé con
las mochilas e intenté cerrar los ojos, me esperaba na noche dura.
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