Silver
LA AVENTURA DE LAS DAGAS
Prólogo
En
la orilla de la playa de una noche estrellada, me desperté, estaba muy blanca,
fría y mareada, no comprendía lo que me pasaba. Observé mis finas manos mojadas
una y otra vez, por delante y por detrás sin entender como las podía mover. Me
toqué con estas la cabeza y mi largo pelo mojado de aguas cristalinas. Me dolía
mucho la cabeza, me desmayé…
1. Amnesia
Aproximadamente dos horas después me volví a
despertar muy asustada, me puse en pie con mucho cuidado, no comprendía quien
era ni donde estaba. Lo que sí que sabía era que me dolía la parte izquierda
superior de la espalda. Me la toqué y grité asustada por lo que había acariciado
mi sentido del tacto. Era algo que estaba fuera de lo normal, o al menos que yo
pensaba que estaba fuera de lo normal, y me di cuenta de que…
¡ERAN PLUMAS!...
Supuse que era una especie de ala que me estaba saliendo
en este mismo momento. Pero lo que pasa es que no comprendía por qué me dolía
tan solo la parte izquierda y la derecha no, ¿tendría tan solo un ala?
Me agaché y me senté en una roca que había allí
cerca. Me puse a llorar muy intensamente; me sentía como si acabara de nacer,
solo que mi madre no estaba. Entonces me di cuenta de que no había nadie por
allí. Giré mi cabeza y no había casas, no había nada, tan solo un par de rocas
en la orilla y lo demás era un horrible e interminable desierto.
Miré mi cuerpo (era delgada), llevaba un traje negro,
de manga corta que me llegaba hasta las rodillas. Entonces se acercó una
tremenda y escalofriante ráfaga de viento, y con lo que llevaba puesto pasé un
poco de frío. No paraba de temblar, ni de llorar. Entonces me fijé en que
estaba cansada y mareada, y como todavía era de noche, mis instintos me
susurraban al oído que me echara un rato a descansar.
Al día siguiente, los potentes rayos del sol me
despertaron, tres o cuatro segundos después escuché una voz extravagante que me
decía que no estaba sola, me giré, miré hacia todas partes, pero allí no había
nadie. Entonces me levanté y empecé a andar en dirección contraria de la playa,
hacia aquel desierto. Me sentía muy sola, no podía entender por qué no había
nadie que estuviera conmigo. Unas horas más tarde empecé a tener mucha,
muchísima sed. Tenía la boca seca, anduve durante horas y más horas, pero no
llegaba a ningún sitio.
De pronto me di la vuelta y estaba igual que al
principio ¡estaba en la playa! ¡Pero no puede ser! Y dije en voz alta:
-¡Esto no va a terminar, he andado durante horas con
una sed que me va acabar matando! ¿Y que he conseguido? Nada, absolutamente
nada, estoy igual que al principio, no puede ser ¡nooooooo! ¿Esto nunca se va
acabar o qué?-.
Grité y grité, pero nadie me escuchaba.
Me estaba trastornando sin control, porque ahora
mismo estaba viendo a “otra yo”, enfrente de mí, exactamente igual que yo, que
me repetía sin parar que no estaba sola y que no me rindiera, que pronto
encontraría la respuesta para todo.
De repente, mi “otra yo” desapareció…
Me di cuenta de que había perdido la cabeza, seguía
escuchando esas voces, mi cabeza me iba a estallar, grité todo lo que pude.
Temblaron las rocas, el agua se movió y también la arena. Cuando dejé de
chillar me caí al suelo.
Estaba tumbada observando ese cielo azul sin nubes,
cuando un pájaro gigantesco me sobrevoló a mucha velocidad, tanta que apenas me
di cuenta de su existencia, volaba más allá del desierto sin ninguna
dificultad.
Pero después le ocurrió algo, la gran y majestuosa
ave estaba volando y de pronto se chocó con algo ¡pero no había nada! Y cayó al
suelo y murió por el fuerte golpe,
Al parecer tropezó con algo que no estaba, algo
invisible.
Me puse en pié muy rápido y corrí todo lo que pude,
me imaginé que había algo de esperanza, que esto era una señal. Quizá ésta
fuera la respuesta que buscaba, aunque no entendía nada, no sabía ni cuál era
la pregunta.
Al fin llegué y al ver el pájaro muerto en la tierra
me quedé quieta y asustada, pero debía seguir y averiguar lo que pasaba, me
acerqué al ave y pasé por encima de ella.
Con mi dedo índice intenté tocar aquello con lo que
había chocado y estaba duro y áspero. Después
lo acaricie con toda la mano, luego con las dos manos. Entonces empecé a reírme muy emocionada y
contenta. Bueno supongo que lo hacía porque no había habido ningún cambio hasta
ahora, esto es lo único bueno que me había pasado, aunque en realidad es que no
sabía si era algo bueno, solo sabía que era algo. Aquello era como un muro
invisible. Me preguntaba porque estaría ahí. Me dispuse a seguirlo, así que con
mi mano izquierda lo tocaba al mismo tiempo que corría hacia la derecha.
Corrí y corrí sin descanso, un rato, no sé cuánto, perdí
la noción del tiempo.
Me parecía que esto no terminaría nunca. Entonces vi
algo al otro lado del muro, era algo negro del tamaño de una roca, pero no
parecía una roca.
Me acerqué a eso y me agaché. Le observaba muy fijamente,
hasta que resultó que era un anciano, lo supe porque de repente se dio la
vuelta y me miró. Me asusté un poco, al parecer el anciano tenía una túnica
negra que llegaba al suelo, iba descalzo. No se le veía el pelo, llevaba capucha.
Su mirada era fría y terrorífica. Le pregunté:
-¿Quién eres?
¿Cómo has llegado aquí?
No parecía que me oyese, estaba hablando muy deprisa
y diciendo cosas sin sentido:
-Todos estamos locos
pero yo sobreviví yo lo hice pude escapar de aquel infierno fue difícil
me tuvo encerrado él me tuvo encerrado sí fue él juré que me vengaría pero esa
caja la DRACUMBA ¿dónde está? ¡¡Donde esta!!¡¡Oh, está aquí!!-Chilló mientras
sacaba una diminuta cajita de su bolsillo lateral de su túnica.-Oh si esta es
la dracumba jovencita sin ella no habría podido escapar pero…
Me miró fijamente y por un momento dejó de hablar.
-¡¡Eres tú!!
-¿Yo? ¿Quién?- Le pregunté extrañada-.
-¡¡Tu tu tu te tengo enfrente!!¡¡Oh por los siglos de
los siglos!! Eres tú la Dracumba la Dracumba tómala te pertenece joven
Tómala- Me dijo intentando dármela a través del muro
invisible.
- ¿El qué? ¿Qué es la Dracumba?
-¡Te has vuelto loca! ¿Cómo que qué es la Dracumba?
La Dracumba es esta caja ¡Esta! ¿La ves estas ciegas?
-¡No! no sé lo que es porque he perdido la memoria y
además tengo solo un ala, solo una. Esto no puede ser, me desperté en la
playa sin nadie a mi alrededor, sí, sí
que veo esa estúpida caja, pero no sé lo que es…-Me desahogué con ese pobre
anciano-.
El anciano puso la Dracumba en la palma de su mano
derecha, y con la yema de los dedos de la izquierda se dispuso a abrirla, la
abrió en un abrir y cerrar de ojos, salió una luz resplandeciente de ella que
me cegó por un momento y cuando recuperé la vista, el anciano había
desaparecido y la Dracumba estaba tirada en el suelo cerrada, ¡No me podía
creer lo que había visto!, Tenía que hacer algo para salir de aquí, Y se me
ocurrió que lo único que podía hacer era conseguir esa caja( la Dracumba),
abrirla y por último marcharme tal y como había hecho ese hombre. Pero sería
difícil porque había un muro invisible impidiéndome llegar hasta mi destino, no
lo podía traspasar, tampoco lo podría escalar porque el pájaro estaba volando
muy alto cuando se chocó y yo no llegaría a tanto pero… podría…
¡Ya sé que puedo hacer! Tengo un ala ¿no?, podría
servirme para volar mientras me agarro del muro invisible para no caerme. Vamos
que lo podría trepar así. Entonces toqué la pared invisible con mis manos,
empecé a mover mi ala hacia arriba y hacia abajo sin parar, la moví tanto que
empecé a crear un poco de aire y mis pies descalzos empezaron a levantarse un
poco del suelo, cada vez más y más. Mientras volaba me cogía del muro para no
caerme. Repentinamente subí mucho más al parecer el muro era muy alto.
Unos minutos después mis manos acariciaron un borde
¡era el borde del muro! Me pinché un poco porque estaba puntiagudo. Estaba más
o menos tres o cuatro kilómetros de distancia del suelo, pero yo no tenía
vértigo. Me puse al otro lado del muro (donde en el suelo estaba tirada la
Dracumba) pasé mis piernas también a dicho lado, me sujeté con las manos y a
continuación me solté, luego no me pude volver a sujetar porque no veía el
muro. Caía muy rápido, aunque moviera el ala no soportaba el peso de todo el
cuerpo, unos segundos después me golpeé con el arenoso y ardiente suelo.
Gateé hasta llegar a la Dracumba. Esta era una cajita,
muy pequeña que me cabía en la palma de la mano, era de un negro grafito, con
una cinta roja que la rodeaba con un lazo, no sé porque tenía un poco de miedo
de abrirla porque, ¿Qué se yo de esa caja? Nada, solo que si se abre te
transporta a otra dimensión, o algo así es lo que le había ocurrido al anciano,
porque ha desaparecido y se ha dejado la Dracumba aquí, pero ¿se la abra dejado
para que yo de alguna manera la abriera? No lo sé, pero aunque tenga miedo por
lo que pueda llegar a pasarme ¡no me puedo quedar en este desierto durante el
resto de mi vida! Tengo que actuar, me siento frustrada porque no sé qué hacer.
Después de mucho reflexionar me di cuenta de que tenía
que abrir la Dracumba. La puse en la palma de mi mano derecha y con la
izquierda iba quitando la tapa lentamente. Pasó una cosa extraña, porque cuanto
más lejos estaba la tapa de la caja más veían mis ojos que salía una luz
resplandeciente desde adentro de la caja.
Al fin la abrí y salió de ésta una luz tan fuerte que
me cegó por un segundo y luego lo veía todo blanco, me sentía como si fuera una
pluma, estaba en el aire.
2.
Staixec
De repente se apagó esa luz y no veía nada. Después
poco a poco veían cada vez más claramente unas extrañas figuras de distintos
tamaños y formas, hasta que lo vi perfectamente…
La Dracumba había desaparecido, estaba en una especie
de pueblo con mucha gente como yo, caminando por las aceras. Las casas eran de
piedra y algunas de madera. Todas tenían una chimenea.
Yo me encontraba tirada en el suelo de una calle,
cuando de pronto escuché que alguien que estaba detrás de mí me gritaba:
¡apártate de la calle!
Yo al escucharlo me giré rápidamente y era una
caballo negro con un hombre robusto, barbudo, anciano y enfadado encima de él. Me
aparté de la calle corriendo, parece ser que aquí todo el mundo se transportaba
con caballos. Me subí a la acera y había mucha gente andando deprisa. Una mujer
tenía mucha prisa y como yo estaba en medio, me dio un pequeño empujón contra
una casa de roble.
Después de un rato merodeando por allí, un hombre desaliñado, con el pelo
largo y canoso, con los ojos grandes e imponentes (tenía el aspecto de un loco)
y que me miraba con cara de asesino, me cogió del brazo derecho apretándome
fuerte. Me estaba empujando por la calle y me hacía un poco de daño, le estaba
gritando que me soltara pero no me escuchaba, no me decía ni una palabra, tan
solo me empujaba…
Entonces un hermoso caballo negro brillante, y con un
chico encima de él cruzaron la calle ambos cabalgando. Al chico no se le veía
la cara, se la tapaba una túnica negra, una vez que cruzó la calle se puso a mi
lado con el caballo y me extendió la mano. Supongo que quería que me subiera al
caballo con él para salvarme de este loco que me empujaba. El caballo se giró
rápidamente, tenía las patas traseras en frente del loco y le pegó una coz. Entonces
yo le cogí de la mano y me subí detrás del caballo. Para no caerme me agarre de
la cintura del chico. Éste no hizo ningún tipo de gesto, entonces supuse que no
le molestada que le estuviera cogiendo de la cintura cuando nos acabábamos de
conocer. Yo me sentía bien, me sentía protegida, pero deseaba ver su rostro
saber cómo era mi héroe.
Pasaron alrededor de quince minutos, el chico me
seguía llevando a caballo y ahora estábamos subiendo una pesada cuesta, al
final de la cuesta había una especie de castillo hermoso con muchas torres y
todo de piedra, suponía que iríamos ahí.
Cuando llegamos al castillo, el chico del caballo, me
dijo: “Bienvenida al castillo de Staixec, la ciudad de los humanos”.
En el castillo, el rey estaba sentado en un trono de
oro y la reina estaba a su derecha, sentada en uno de oro también. Habían
sirvientes a las lados de los reyes, el caballo lo habíamos dejado fuera. Nada
más entrar, todos los que estaban presentes se quedaron boquiabiertos, el chico
del caballo me cogió de la mano cuidadosamente y me llevó enfrente de los
reyes.
El rey se levantó y fue hasta una vitrina que contenía
un pergamino, sacó el pergamino, se puso de pie delante de su trono y se dedicó
a leernos una parte que decía así:
“…una chica con
una sola ala que aparecerá de la nada, se dedicará a encontrar las cuatro dagas
de oro macizo, a unirlas y a detener a los hechiceros de una vez por todas…”.
Después de eso me señaló y me dijo:
-Esa chica eres tú, según la profecía tú detendrás a
los hechiceros y unirás las cuatro dagas. La profecía también dice que tú eres
la guerrera más poderosa que ha existido nunca. Llevamos mucho tiempo
esperándote, Silver.
-¡¿Qué, cómo?!-
Dije-.
El rey asintió y me dijo que yo era la elegida.
El chico del caballo se quitó la túnica que le tapaba
la cara. Era muy guapo y apuesto, tenía el pelo oscuro, cortó y liso, no le
salían tirabuzones como a alguien que lo tuviera rizado. Los ojos grandes y azules como el mar, era
alto y joven, más o menos de mi edad, su tez era clara pero no demasiado, creo
que es un poco más moreno que yo.
El rey dijo:
-Justin te acompañará en tu camino en busca de las
dagas de oro, Silver-. (Justin era el chico del caballo).
-¿Dónde puedo encontrar esas dagas de de oro?
-Hay cuatro y cada una se encuentra en un Monasterio.
Hay cuatro Monasterios: el del norte, el del sur, el del este y el del oeste. Toma
este mapa, así no te perderás- dijo mientras se levantaba para dármelo- también
te daré el libro de las especies- decía mientras cogía un libro muy gordo y
pesado y me lo daba-.
-¿De las
especies?- pregunté-.
-Sí, dentro te explica todo lo que tienes que saber
sobre las especies con las que te vas a encontrar por el camino-.
-Ya…-.
Justin y yo salimos del castillo, fuera habían unos
establos. El rey me dio una yegua hermosa blanca, con los ojos grandes y castaños,
y un traje negro ajustado era una camiseta de tirantes negra en la que ponía
Silver con letras blancas y un pantalón largo ajustado y negro también en el
que no ponía nada. Entré a una mini tienda de campaña que había allí al lado
del castillo y me cambié. Justin iba con una camiseta negra también de manga
corta y unos pantalones cortos negros también, íbamos muy bien conjuntados. Los
dos salimos cabalgando en busca de las dagas que teníamos que encontrar antes
que lo hechiceros.
3.
Rio Cuiter
Ya habíamos salido de Staixec, y nos pusimos a
cabalgar por un prado que había cerca del pueblo. Hacia un día soleado, me parecía
precioso lo que estaba viendo: la hierba del prado tan larga que a los caballos
les hacía cosquillas en las patas, el sol que nos iluminaba el camino, cabalgar
deprisa con la mejor compañía, todo me gustaba.
Ya nos habíamos alejado bastante del pueblo y de
tanto cabalgar encontramos un rio que nos detuvo, no lo podíamos saltar, porque
era muy ancho y tampoco lo podíamos cruzar porque Justin me dijo que era muy
hondo…
Justin me dijo:
-Silver, ¿porque no descansamos? llevamos horas
cabalgando, y aquí podemos beber un poco de agua ¿no te parece?-.
-Sí, supongo que tienes razón-le contesté yo sedienta-.
Con las manos bebimos un poco de agua.
Pasamos el rato charlando. Cada vez nos íbamos
conociendo mejor.
-¿A qué Monasterio iremos primero?, ¿Cómo se llama
este mundo en el que vivimos?, ¿Cuántos años tienes?, ¿Los ríos tienen nombre?
Si lo tienen ¿Cómo se llama éste?, tengo muchas preguntas- dije yo-.
-Haber haber…Al primer Monasterio que iremos será al
del sur que es el que nos viene más cerca, este mundo en el que vivimos se
llama Eskeindran- me contesto él mientras se sentaba un poco más cerca de mí-.
-Eskeindran, que bien, ¿me puedes contestar a lo
demás?-.
-Claro, tengo 16 años, al igual que tu-.
-¿Y tú como sabes mi edad?-.
-Las profecías son muy específicas, pero la verdad es
que no te imaginaba así-.
-¿A qué te
refieres?-.
-Bueno eres
muy guapa-.
-Gracias, ¿pero te puedes centrar en la última
pregunta?-.
-Sí que les ponemos nombres a los ríos, éste se llama
Cuiter-.
-Está oscureciendo ¿te apetece dormir aquí hoy,
Justin?-.
-Vale, este sitio, es genial y la hierba está muy
alta, dormiremos cómodos-.
-Genial, pero ¿por la mañana como vamos a llegar
hasta la otra parte del rio?
-Habrá que rodearlo. Unas cuantas millas más allá hay
un puente, es el único que hay en todo el reino, puede que nos cueste un poco
llegar, y que nos topemos con algún que otro Bijuak, pero supongo que
llegaremos bien-.
-¿Qué es un Bijuak?-.
-Es una criatura de Eskeindran, lee lo que pone sobre
esa criatura en el libro de las especies-.
-Vale-.
Saqué el libro de las especies de la mochila y busqué
a los Bijuak.
-Lo que pone es que:
“Aunque
tienen un físico de lo más aterrador, son inofensivos, solo te podrían llegar a
matar si tienes algo reluciente o brillante. Habitan al este del muro invisible
que se encuentra en el desierto. Estas criaturas no beben agua, lo único que
toman para calmar su sed es sangre de cucaracha, o en casos muy extremos de
humanos. Son pacíficos y no tienen instinto asesino, son amigos de la raza
humana”.- leí-.
-¿Ves?, no nos van a hacer nada, son inofensivos, no
te preocupes-.
-No estoy preocupada, solo digo que no llevemos nada
brillante porque si no, podemos acabar mal-.
-¿Cómo vamos a acabar mal, si tú eres la guerrera más
poderosa de todos los tiempos? y yo soy tu ayudante y te protegeré, y además yo
también se luchar, con espada o sin ella-
-Vale, pero lo que pasa es que yo no sé luchar no me
acuerdo de nada, porque tengo amnesia, lo único que recuerdo es que me desperté
en una playa, que anduve unos días por un desierto, y que abrí una caja llamada
Dracumba que me transportó hacia Staixec, luego te conocí a ti y ahora me
entero de que me han elegido para salvar el mundo de los hechiceros porque una
profecía dice que yo soy la elegida-.
-¿En serio no recuerdas nada?-.
-No-.
-Bueno no importa seguro que se te refresca la memoria
cuando tengas que luchar contra alguien. Se te puede haber olvidado las
técnicas de lucha pero no los instintos que tienes de defenderte, ya verás cómo
no pasa nada-.
-Está bien pero ahora ¿porque no dormimos?-.
-Sí, será lo mejor, mañana nos espera un largo día-.
Pusimos nuestras mochilas como almohadas, nos
tumbamos en la hierba y nos dormimos.
4.
Camino hacia el
Puente
Al día siguiente salimos cabalgando con los caballos,
el suyo se llamaba Hidalgo y la mía Dajira.
Estábamos bordeando el rio Cuiter, hacia un día
soleado al igual que el día anterior.
Había una manada de Bijuaks, delante de nosotros, nos
cortaban el paso y no podíamos seguir. Eran demasiados así que bajamos de los
caballos.
Nos acercamos con cuidado, los Bijuaks, tenían un par
de colmillos cada uno, tan grandes como los de una morsa, también tenían unas
orejas diminutas, unos ojos de asesinos, tenían zarpas en lugar de manos, eran
un poco desaliñados, y como pies tenían un par de circunferencias negras. Los
ojos a parte de parecerse a los de un asesino también eran rojos y muy
brillantes; normal que les gustara lo reluciente.
Nos miraban fijamente, Justin tenía un escudo
plateado, y a continuación pasó algo con ese escudo que nos complicó las cosas
bastante.
Lo que pasó es que la luz del sol era tan potente y
luminosa que se reflejó en el escudo de Justin y entonces se puso brillante y
todos los Bijuaks venían a por nosotros. Hubo un mar de sangre por así decirlo.
A Justin no le dio tiempo de coger su espada porque
la tenía donde los caballos, entonces me gritó una cosa:
-¡Usa tu fuerza interior, tus instintos, si no
quieres que nos maten!
-¡Esto no va a salir bien!
-¡Confía en mí!
Me tocó confiar
en él, aunque lo acabara de conocer.
Me acerqué con cuidado a uno de los Bijuak y le di un
puñetazo, Justin se rió de mí porque ese era un puñetazo malísimo.
-¡Saca tu fuerza, vamos, puedes hacerlo!
De repente me sentí más fuerte y salté en el aire, le
cogí con mis piernas y le hice un nudo en la garganta, a continuación lo tiré
hacia detrás y se murió.
Después me acordé que yo tenía un ala y decidí usarla,
así que volé hasta un Bijuak que estaba despaldas me senté en sus fuertes
hombros, y después le apreté tan fuerte que debió quedarse sin respiración, acto
seguido le empujé al rio, y la corriente se lo llevó, mientras lo observaba, un
Bijuak me cogió por la espalda, y me empujó al rio a mí también. Ese era el último
que quedaba y Justin le clavó una espada.
Estaba
empapada el agua, estaba helada, pero gracias a una roca conseguí salir.
Justin y yo nos miramos en silencio y al cabo de unos
segundos empezamos a reír sin ninguna explicación.
De repente sentí un terrible dolor en la espalda, y
empezó a gritar, se me escapó una lágrima que me mojó la mejilla derecha con su
dulce agua.
-¡Silver!- me gritó Justin asustado al mismo tiempo
que corría para acercarse a mí-¿estás bien?
-¡No, no estoy bien, me duele la espalda!- grité-.
Justin fue detrás de mí para observar lo que me
pasaba.
-¡Es increíble!- me dijo estupefacto-.
-¡¿Qué, que es lo que pasa!?
-Te está saliendo la segunda ala, si esperas un poco
se acabará el dolor y podrás volar mucho mejor-.
-¡Genial!- dije con un entusiasmo fingido-.
Yo estaba medio tumbada en el suelo mientras Justin
estaba en puntillas a mi lado sosteniéndome la mano con fuerza.
El calor de su mano me daba seguridad, me dolía muchísimo,
paré de gritar por el dolor cuando vi como la nueva ala se abría con sus plumas
oscuras. La otra estaba igual de grande que ésta y al fin las tenía las dos,
preciosas y perfectas. Era cada una el doble de grande que mi cuerpo, y ardía
en deseos de probarlas.
-Ya las tienes las dos-me dijo Justin al mismo tiempo
que me acariciaba una de las alas-.
-Sí, son enormes y hermosas, ¡quiero volar!- me arañé
la garganta al gritar con tanta fuerza-.
Me levanté y me dispuse a correr como una fiera.
Elevé mis fuertes y poderosas alas hasta poder volar, mis pies ya no pisaban el
suelo, estaba en el aire y me encantaba. La brisa del viento acariciaba mi
suave rostro, el sol que me daba con fuerza en todo mi cuerpo y cada vez me
elevaba más y más. Era maravilloso, en mi cuerpo reinaba alegría y poder, un
poder tan fuerte que no podía controlar, grité con fuerza como símbolo de mi
felicidad.
Me di cuenta de que Justin estaba abajo, entonces me
dispuse a observarlo, así que me di la vuelta, y de lo alto que estaba me entró
hasta un poco de vértigo. No paraba de gritar y de revolotear como una loca,
Al ver Justin
ahí abajo, quería ir con él para contarle mi experiencia, así que bajé.
Una vez que estaba ya en el suelo corrí y corrí lo más
que pude, y al llegar donde se encontraba Justin le abracé con muchísima
fuerza. El tardó un momento en asimilarlo, pero luego me abrazó el también.
-¡Justin, Justin ha sido increíble, maravilloso! ¡¿Me
has visto, me has visto!?-le dije-.
Acabamos nuestro brutal abrazo y acto seguido, le
puse mis manos en la parte de arriba de sus brazos, él hizo lo mismo, nos
estábamos apretando mucho quizá
demasiado.
-¡Si, si pues claro que te he visto, ha sido
impresionante!
Nos reímos sin cambiar nuestra postura, después de
las risas estuvimos mirándonos fijamente a los ojos un rato, al mismo tiempo
que nos sonreíamos con dulzura.
Me estaba dando cuenta de que Justin era un chico
encantador, amable, divertido, bueno y guapo.
Éramos casi igual de altos, él solo media unos
centímetros más que yo, también parecía que era muy fuerte y musculoso.
-¿Porque no seguimos?- me pregunto con aspecto
incómodo-.
Tardé unos segundos en responderle, porque me había
quedado embobada mirándole.
-Eh… ¿qué?, quiero decir, ¡claro vamos!-.
Él se rió de mi expresión y a continuación me dedicó
una sonrisa y yo se la devolví.
Subimos a los caballos, y nos pusimos a cabalgar.
Hacía un poco de frio, pero no demasiado, no paraba de pensar en Justin, y en
el ridículo que había hecho quedándome mirándole como una tonta y luego
responderle esa forma tan estúpida como si no le hubiera prestado atención. Pero
al menos después de eso se había reído y me había sonreído, así que creo que se
lo ha tomado bastante bien.
Me ha encantado volar, ha sido estupendo, pero tengo
que perfeccionar la técnica sino me quiero dar un buen tortazo más adelante.
-¡Ahí está el
puente!- me dijo señalándolo-.
-Vamos- le respondí, una vez había levantado la
cabeza para observar lo que él decía-.
El puente era precioso, de piedra, con dos grandes
barandillas de piedra un poco más clara. Era también muy grande y cobrizo. Al
pasar por encima de él me di cuenta de que era resbaladizo porque a Dajira se
le resbaló una herradura.
Al fin habíamos llegado, ya se estaba haciendo de
noche, hacia un atardecer precioso.
-Justin ¿por qué no nos sentamos a disfrutar de este
precioso atardecer hasta que nos quedemos dormidos?-.
-Parece una buena idea-.
Nos quedamos despiertos un par de horas y luego una
vez que la luna había reinado el cielo con su luminosidad, nos dormimos.
5.
Konstek
Al día siguiente de cruzar el puente, nos encontrábamos
en una especie de bosque enorme, con el suelo rojizo oscuro y los árboles
tenían el tronco naranja y la copa negra. Era muy raro.
-Creo que aquí viven unos seres llamados Telefonatos.
-¿Telefonatos? Espera lo voy a buscar en el libro de
las especies-le dije con la voz un poco ronca, al mismo tiempo que buscaba pasando
las páginas rápidamente. Y una vez que lo encontré me dispuse a leerlo:
“Aunque parezca que son una buena
compañía, y que son pacíficos, que su aspecto no te engañe, en cuanto te vean
se comerán hasta tus huesos. Habitan en Konstek y solo se alimentan de carne
humana, pero en casos extremos se pueden llegar a comer hasta los miembros de
su manada. Detrás de esa sonrisita traicionera se esconden lo dientes más
grandes y puntiagudos que te puedas imaginar, así que ten cuidado con esta
especie, son asesinos”- cada palabra que
leía me asustaba aún más que la anterior-.
-Creo que vamos a tener un problema-.
-Justin, yo digo que intentemos no hacer ruido y que nos
escondamos por detrás de estos extraños árboles, porque si nos ven la tenemos
buena-le dije, mientras le miraba a esos ojos azules intensamente-.
Era imposible dejar de mirarlo, irresistible.
-Sí, parece buena idea, debemos darnos prisa-.
-¿Y qué hacemos con los caballos?
-Ellos no pueden venir, estorbarían mucho.
-Y harían demasiado escándalo.
-¿Y si los dejamos atados al puente?
-¿Tú crees?- le pregunté-.
-Bueno no sé, y si no, ¿qué hacemos con ellos?-.
-Está bien, los ataremos al puente.
Nos acercamos a los caballos. Justin miró en su
mochila y cogió dos cuerdas. Una de ellas me la tiró por el aire, estaba un
poco áspera.
Até la cuerda al cuello de mi yegua, luego la
arrastré hasta el puente y la até a una de las vallas, con dos nudos, Justin
hizo lo mismo con el suyo.
Y entonces, una vez que nuestros caballos estaban
atados, Justin levantó su dedo índice de la mano derecha, en forma vertical
frente sus carnosos y perfectos labios, como signo de silencio, lo que hizo que
yo soltara una risita tonta.
A continuación me tomó la mano cariñosamente, y al
segundo después me estremecí. Él seguía cogiéndome de la mano y arrastrándome
hasta el primer árbol del bosque.
Nos pusimos detrás de éste. Luego cada uno por un
lado del gran árbol miramos para ver si había Telefonatos.
Nos dimos cuenta de que no había ninguno, pero al
darnos la vuelta, allí estaba.
Era dos veces más grande que yo, parecía un teléfono
gigante, con teclas para marcar en su barriga. No tenía brazos. Tenía dos
cuernecillos pequeños en su cabeza, dos cruces sustituyendo a los ojos, y como
boca tenía una especie de curva cortada por distintas rectas paralelas, quedando
así como una boca sonriente. Daba un poco de miedo. Era de un color claro y
chispeante.
De pronto abrió la boca y era igualito a lo que decía
en el libro de las especies: unos dientes enormemente grandes con dos colmillos
en la parte superior de la boca, igual de grandes o incluso más que los de los
Bijuaks.
De repente donde deberían estar sus brazos se estaba
abriendo un pequeño agujero, y vimos algo asqueroso: unos dedos estaban
saliendo de los agujeros. Unos dedos que unos segundos después eran manos,
manos que unos segundos después eran brazos, ¡¡le habían salido brazos!!
Entonces Justin sacó su espada y luego me empujó
hacia a un lado. Supongo que querría que no me pasara nada, que considerado. Pero
no le podía dejar allí, especialmente porque el Telefonatos lo empujó contra el
árbol y luego lo cogió. Le estaba apretando mucho.
Yo me levanté y fui corriendo a una rama gorda y
fuerte del árbol en el que Justin había sido estampado. Me agarré de ella muy
fuerte y me balanceé rápidamente. Luego, cogí impulso y me solté hacia arriba.
Di una voltereta en el aire y me senté incómodamente en la parte de delante de los
hombros del Telefonatos, haciendo que soltara a Justin. El Telefonatos no pudo
aguantar mi peso y se cayó al suelo rojo.
Saqué mi espada, pero justo en el momento en el que
se la quería clavar, el Telefonatos me cogió con sus brazos y me tiró fuertemente
hacia el árbol.
Yo gemí como muestra de mi dolor y Justin vino
rápidamente para ayudarme, pero el Telefonatos lo cogió de los brazos, y lo
tiró hacia detrás. Se cayó al suelo, y se dio con la cabeza en otro árbol y le
salió sangre.
Yo ya me encontraba mejor, así que me levanté y el
Telefonatos estaba yendo a por Justin pero una vez que yo estaba levantada
corrí lo más que pude para que el Telefonatos no matara a Justin, mientras
corría saqué mi espada de nuevo.
Cuando ya estaba cerca del Telefonatos, salté y
conseguí llegar hasta la cabeza del animal. En el aire me dio tiempo a ponerle
mi espada en la cabeza y mientras bajaba por la fuerza de la gravedad, iba
cortando al animal por la mitad. Cuando llegué al suelo, estaba partido por la
mitad y muerto. Era asqueroso, le salía sangre violeta.
Entonces me guardé la espada y me fui con Justin.
-¡Oh dios mío, Justin, estas sangrando!
-Tranquila, no
es nada- dijo con gesto de dolor-.
-¿Cómo que no es nada?, podrías estar muerto
¿sabes?-.
-Si ya lo sé pero no lo estoy, estoy vivo-.
-Deja- le dije preocupada al mismo tiempo que le
quitaba la capa y la usaba para presionarla en la herida-.
-¡Ah!-gimió-.
-Lo siento- me disculpé-.
-Tú no tienes la culpa de que ese animal me atacara,
menos mal que lo has matado-.
-Esto es peligroso-.
-Ya pero tenemos que pasar por aquí para conseguir
las dagas, ¿no podemos ir volando?-.
-Dudo que tenga la fuerza suficiente como para
cogerte a ti también-.
-Deberías ir tú sola-.
-¿Qué? No digas tonterías no te dejaré aquí-.
-Pero yo estoy herido y no te serviré de mucha
ayuda-.
-Te pondrás bien, estoy pensando en ir con los
caballos-.
-Podría ser una buena idea, iríamos más rápido y a
los Telefonatos les costará más matarnos-.
-Sí, y tú estarías mejor-.
-Está bien, entonces démonos prisa-.
Le ayudé a levantarse y le cogí por debajo de los
brazos para ayudarle a caminar.
Fuimos despacio, pero por suerte Dajira e Hidalgo
estaban cerca.
Desatamos a los hermosos caballos. Yo subí a Justin a
Hidalgo y lo até para que no se cayera. Como dudo que él lo pudiera manejar
bien, até a Hidalgo con una cuerda al cuello de Dajira, para que yo pudiera llevarlos a los dos.
-¿Estás listo?- le pregunté con amabilidad-.
-Claro, ¡vamos!, no perdamos tiempo-.
Yo le hice caso y empecé con un trote suave para que
Dajira se acostumbrara y luego seguí con un galope tendido.
Según el mapa de Justin, ya nos encontrábamos en el
corazón del bosque y no había señales de Telefonatos.
Pero de repente, Justin exclamó:
-¡Espera!, he oído algo-.
Yo también lo escuché, era un sonido como de un cubo
de metal arrastrado sobre asfalto, era insoportable y tuve un escalofrío.
-Creo que yo también lo oigo- le informé-.
Era un ruido escalofriante y cada vez lo notaba más cercano
de nosotros, Justin giró la cabeza y me gritó:
-¡Cuidado, detrás de ti!
Entonces me di la vuelta y había un montón de
Telefonatos. Pensé que lo mejor era correr, ya que así al menos ganaríamos
tiempo.
-¡Corre!- Grité-.
Entonces le di una palmadita en el culo de Dajira y
ésta, muy obediente se puso a cabalgar como una loca. Pero los Telefonatos no
se rinden tan fácilmente y nos persiguieron.
Justin me dijo:
-¡Saca la cuerda de tu mochila, pásame una punta y
dejarla que se tense, de esa forma conseguiremos acabar con algunos!
-¡Vale!- le contesté-.
Metí la mano en mi mochila dejando suelta a Dajira,
los Telefonatos nos estaban alcanzando.
Una vez que la saqué, la rodé un poco en el aire vacilante
y asustada y luego le pasé una punta tal y como él me había aconsejado.
-¡Déjala que se tense!
Le hice caso.
-Bien, ¡Ahora frenaaa!-.
Frenamos los dos a la vez. Acto seguido, algunos
Telefonatos siguieron corriendo por donde habíamos dejado tensar la cuerda y se
cayeron al suelo. El resto pasó por encima de ellos y los mató,
Justin y yo nos pusimos a cabalgar de nuevo, yo solté
la punta que me había dado Justin. Él hizo un nudo y con el nudo mató a un Telefonatos.
Hice el pino en Dajira al mismo tiempo que ésta
cabalgaba. Un telefonatos se puso a mi lado, tenía una espada y me iba a cortar
la cabeza pero yo rápidamente salté desde Dajira hasta los hombros del
telefonatos, cogí la espada que tenía empuñada en la mano izquierda y se la
clavé en la cabeza,
Dajira se
había alejado más de lo que pensaba y como Justin estaba más cerca, me tendió
la mano, yo se la cogí, y entonces conseguí subirme detrás de Justin y encima
de Hidalgo, me agarré fuerte de sus caderas y hundí mi rostro en su pelo.
Dajira se acercó, pero yo prefería estar con Justin,
además podría ser un poco arriesgado subirme a ella ahora, y como a Justin no
parecía que le importara, me quedé con él.
Cabalgábamos muy rápido, pero los Telefonatos corrían
bastante, debía haber alguna manera de distraerlos o algo así, o de matarlos a
todos a la vez de una forma rápida, pero no se me ocurría nada.
Pero se me
ocurrió una idea, y le dije a Justin:
-¿Tienes una botella de algún líquido que no sea
agua?
-Creo que sí, pero está casi vacía, puedes cogerla de
mi mochila-.
-Vale-.
Desabroché la cremallera de la mochila de Justin y
busqué la botella, entonces grité:
-¡Ya la tengo!, Ahora necesito un pañuelo-.
-Creo que tengo un paquete en el bolsillo de fuera-.
Cogí el paquetito de pañuelos y acto seguido saqué
uno. Abrí la botella de cerveza, que en realidad estaba medio llena y entonces
un telefonatos me la quería quitar y yo le pegué una patada a la cara, luego
metí la punta del pañuelo dejando fuera él resto y le dije:
-Solo me falta algo con lo que iniciar un fuego.
-Lo siento no tengo nada de eso, pero ¿Qué intentas
hacer Silver?
-Intento hacer una bomba, pero necesito fuego-.
-Lo único que se me ocurre es que cojas dos piedras
del suelo de alguna forma-.
-¿Cómo?
-Vuela.
-¡Claro tengo
que volar!
Entonces desplegué mis alas, me puse de pie encima de
Hidalgo, y luego las agité con una delicada rapidez, y salté. Estaba en el
suelo y todos los Telefonatos se dirigían a por mí.
Casi cuando me iban a coger me elevé, estaba en el
aire de nuevo, desafiando por completo a la gravedad.
Ya estaba detrás
de toda la multitud, me puse en el suelo y cogí dos ásperas piedras, saqué la
botella con el pañuelo y lo puse en el suelo. A continuación froté las dos
piedras en busca de fuego y lo conseguí, como me quemé. Solté un gran gemido, y
se me cayeron las piedras al suelo, las cogí y lo volví a hacer, esta vez con
más cuidado.
Cuando
conseguí el fuego, lo puse rápidamente en el pañuelo ahora medio quemado. Tenía
de tiempo para tirarles la botella a los Telefonatos y que explotaran todos en
mil pedacitos, hasta que se quemara el pañuelo por completo si no, sería yo en
ese caso la que explotaría en mil pedacitos. Así que cogí la botella como quien
no quiere la cosa, me puse a volar todo lo rápido que pude, y cuando ya estaba
senada detrás de Justin, con una mano en su cintura y la otra sujetando la gran
bomba, la solté en el suelo, y yo le di a Hidalgo un golpe fuertísimo en el
trasero para que se diera prisa, explotó cuando nosotros ya estábamos lejos y
no pudo hacernos daño.
Hubo un
tremendo fuego mortal y un ruido estremecedor que casi me rompió los oídos.
No hubo ningún superviviente.
Me abracé con más fuerza que nunca a su cintura, y
noté como se tensaba.
Él se estremeció y eso me hizo estremecer a mí también.
Entonces llegamos a un sitio donde había una gran
muralla negra con una puerta de madera.
Justin bajó del caballo y me cogió a mí de la cintura
con sus grandes manos, me bajó al suelo y me dijo:
-Tras esta muralla se encuentra el Bosque Luna donde
habitan los Unchales, y también donde está el Monasterio del Sur, y la primera
daga de oro que tenemos que conseguir-.
-Y en este bosque no hay Telefonatos ¿verdad?-.
-No-.
-¡Al fin!, ya estaba harta de esos bichos-.
Se rió entre dientes y luego trazó una deslumbrante
sonrisa, yo se la devolví.
-¿Y qué vamos a hacer con los caballos?
-Supongo que tendremos que dejarlos aquí y esta vez
de verdad-.
-Bueno, ¿Pero se irán?
-No, no creo que se vayan.
-¿Cómo estás tan seguro?
-Porque le he dado un sedante, en diez minutos
tendrán un sueño profundo, pero tranquila aquí tengo otro que les hará
despertar-.
-¿Qué?
-Tranquila, no pasa nada, solo estarán dormidos-.
-Está bien-.
Justin se aproximó a la gran puerta de madera
cobriza, la empujo y la abrió, luego se puso en frente mía me cogió de la mano
y me llevó dentro, luego cerró la puerta.
6.
Hay que darse prisa
El Bosque Luna era el lugar más hermoso que había
visitado en mi vida. Estaba toda la hierba bañada de una claro verde oliva, preciosa,
era un color chispeante. Las inmensas copas de los árboles de un tono de verde
un poco más oscuro, y los troncos de un marrón cobrizo. La distancia entre los
árboles era corta comparada con la del bosque anterior.
Corría un aire fresco, me dio un escalofrío, durante
un segundo sentí como si me congelara, pero Justin me agarró dulcemente de la
mano y se me pasó.
Él me miró y me dijo:
-Bueno…- soltó una risita- deberíamos, cruzar el
bosque antes que los hechiceros, ¿se te ocurre algo para ir más rápido?
-Pues… ¿Qué tipo de criaturas hay en este bosque?
-Los Unchales, búscalo en el libro de las especies.
-Bien-.
Así que lo hice, busqué Unchales:
“Habitan
en el Bosque Luna, son muy escurridizos y rápidos, unos verdaderos asesinos,
como están ciegos (porque no tienen ojos), sus cuatro otros sentidos los tienen
muy agudizados.
Cuando
están asustados o nerviosos sacan sus enormes colmillos y guiados por su
sentido del oído encuentran a la presa en pocos instantes.
Rara
vez los llegas a ver, nadie que siga vivo los ha visto nunca, todos los seres
que tienen el coraje de ir a ese bosque acaban muertos.
Las
únicas personas que los han visto y siguen con vida son los que viven en el
Monasterio del Sur, que una vez cada un millón los consiguen ver con unos
prismáticos desde su ventana, son unas criaturas muy sangrientas y guerreras,
pero realmente hermosas”.
-Bueno… ¿Y ahora qué?-pregunté yo-.
-En el libro dice que son muy escurridizos y rápidos,
¿no?
-Si-murmuré casi para mí misma, pero parece que lo
escuchó-.
-Digo que tenemos que llegar al Monasterio del Sur
mucho antes que los Hechiceros, además hay algo que todavía no sabes…-.
-¿Qué es?
Esbozó una amplia sonrisa.
-Que el rey me dio un localizador-.
-¿Un
localizador?
-Si exacto, para saber dónde se encuentran los
Hechiceros-.
-¿Y lo podrías ver ahora?
-Sí.
Abrió el bolsillo exterior de su mochila, y sacó un
aparato redondo con una pantalla, y dos botones en la parte trasera en los que
ponía, encender o apagar.
- Éste es, mira, le das al botón de encender-
mientras me explicaba él lo iba haciendo- y entonces en la pantalla aparece
nuestro mapa, ¿ves?, y estos puntos rojos- me explicó mientras los señalaba con
los dedos- es donde se encuentran ellos-.
-Pero hay muchos puntos rojos, ¿se dividen en grupos?
-Si, eso es, casi todos los puntos rojos están
concentrados aquí- dijo mientras señalaba unas montañas que habían justo al
lado del Monasterio del Oeste-.
-¿Por qué?
Sonrió.
-Porque en estas montañas ellos tienen escondidas
unas cuevas que están bajo tierra que solo se puede entrar si sabes exactamente
dónde están, y eso solo lo saben ellos, ahí te podías volver loco buscándolas-.
-¿Es su
casita?-.
Soltó una risotada.
-Sí, algo así-.
-Pero hay un punto rojo que está cerca del Monasterio
del Sur, que es hacia donde nos dirigimos nosotros- le dije mientras lo
señalaba.
-¡O no!
-¿Qué pasa?
-¡Que se nos han adelantado, ellos están realmente
cerca! y mira donde estamos nosotros-
Señaló un puntito azul.
-¿Nosotros somos ese punto azul?
-Desgraciadamente sí.
-Pues nos llevan bastante ventaja-dije desanimada-.
-Sí, tenemos que encontrar la forma de atravesar el
bosque más rápido que a pie-.
-Oye- me estaba empezando a acordar de lo que él
había dicho antes y eso me había dado una idea- ¿hace un rato tú no has dicho
que los Unchales son rápidos y escurridizos?
-Sí, pero ¿de qué nos sirve eso?
-Eso me ha dado una idea, que puede que sea un poco
difícil de hacer por lo que dice el libro pero podemos intentarlo-.
-¿Intentar qué?
-Antes de decírtelo tengo que hacerte una
preguntita-.
-¿Qué?
-¿Qué forma tienen?
-Según me han dicho, forma de caballo, pero mucho más
grande que un caballo y mucho más hermoso también-.
-Perfecto.
-¡Me lo puedes decir ya, que tenemos un poco de
prisa!
-¡Si ya voy! Mira, nos subimos a un Unchal los dos-
Justin se quedó con la boca abierta- y como en el libro dice que son rápidos
pues llegaremos mucho antes, y como dice que son escurridizos pues los
hechiceros no nos verán llegar-.
Justin no contestó, así que lo hice yo.
-Si ya lo sé, es una idea de locos-.
-Bueno más o menos, pero es que en el libro también
dice que son asesinos-.
-Ya pero… ¿Qué tenemos que perder?
-Nuestras vidas por ejemplo-.
-Ya bueno, ¿se te ocurre algo mejor?
-Pues no, pero…-.
-Pero nada, ¡vamos!- le cogí de la mano y le arrastré
hasta dentro del bosque.
7.
El bosque Luna
Llevábamos andando ya un par de horas, y los hechiceros
ya casi habían llegado al Monasterio. Estábamos desanimados porque todavía no
habíamos visto a ningún Unchal, y aunque lo viéramos sería imposible subir en
él.
¡Menuda idea que se me había ocurrido!
Estaba oscureciendo.
-¡Tengo una idea!- gritó Justin-.
Algo que me hizo saltar.
-¿Qué pasa?
-Que al parecer los hechiceros se han parado a
descansar, supongo que dormirán ahí esta noche. Abran montado un campamento o
algo parecido.
-¿Y?
-Pues que podemos aprovechar e intentar subir a un unchal
y llegar más deprisa, aprovecharemos esta noche como es debido.
-Vale, pero
seguimos sin encontrar a los unchales ¿Qué vamos a hacer?
-Tenemos que llamar su atención-.
-¿Qué es lo que les atrae?
-La carne, les encanta cazar-.
-Bien, pues yo digo que armemos escandalo para que
vengan-.
-Y que nos maten también de paso ¿no?- dijo con tono
sarcástico-.
-Nos las apañaremos para matar unos cuantos, y los
demás se asustarán y se irán corriendo y justo en ese momento aprovechamos y
nos subimos a uno, y punto-
-Bueno si quieres que lo intentemos-sonrió- lo
haremos, ¡venga a montar escandalo!
-¡Sí!
Los dos nos
reímos, y empezamos a gritar para que vinieran los Unchales hasta nosotros. Entonces
Justin me puso una mano en la boca para que me callara y me dijo:
-He oído algo-en realidad no me lo dijo, me lo
murmuró-.
Yo también lo escuché, era como una pisada, cada vez
había más y más hasta que se volvió un ruido insoportable, era como una
caballería.
-¡Creo que se acercan!- me dijo gritando que era de
la única manera que le podía escuchar-.
-¡Si yo también, huele a caballo!-.
Él se rió y yo me uní a sus risas.
Entonces ese sonido cesó de pronto y con el nuestras
risas, y durante unos segundos no se escuchaba nada, pero entonces oímos a un
caballo relinchar, y parecía que provenía de detrás de nosotros, asique nos
coordinamos para darnos la vuelta los dos a la vez.
Y entonces deseaba no haberlo hecho.
Había cinco unchales en fila india, no tenían ojos,
cada uno era de un color y tenían un cuerno de unicornio plasmado en su frente.
No tenían manchas, eran de colores lisos, su tamaño era cinco veces más grande
que un caballo normal.
Tenía razón el libro, eran hermosos.
Entonces todos
sacaron sus puntiagudos dientes a la vez y aunque no tuvieran ojos parecía que
nos miraran con cara de asesinos.
Justin sacó su espada y se la intentó clavar a uno en
la cabeza pero este la cogió con la boca y la tiró súper lejos. Entonces, él
fue corriendo para atraparla pero tres unchales le persiguieron y los perdí de
vista, ahora solo quedaban dos que me seguían mirando.
“Que empiece la fiesta”, me dije a mi misma.
Entonces uno de los unchales intentó darme un
mordisco en el brazo y yo me hice a un lado. Luego relinchó con mucha fuerza y
vino a por mí. Rápidamente extendí las alas y me elevé en el aire, los dos me
estaban intentando coger desde el suelo pero no llegaban. Me puse a mirar al
horizonte para ver si veía a Justin, no lo veía y de pronto sentí un dolor
punzante en el pié, ¡Uno de los unchales me había atrapado el pie con su boca!
Yo intentaba volar más arriba para que me soltara,
pero no lo conseguí, era demasiado fuerte.
Él hizo totalmente lo contrario, me estiró para abajo
y como yo no estaba agarrada a nada, me consiguió tirar al suelo bruscamente, y
solté un leve gemido con un gesto de dolor.
Él todavía me tenía cogida del pie y entonces me dio
una vuelta alrededor de su cuerpo por el aire y me soltó una vez que ya había
hecho bastante carrerilla. Mi cuerpo chocó contra un árbol cercano, y se oyó un
crujido que supongo que provenía de mi espalda, gemí de nuevo.
Me levanté despacio y cuando me giré, el mismo animal
estaba corriendo hacia mí con el cuerno de su frente apuntándome. Estaba muy
cerca y lo único que me dio tiempo a hacer fue apartarme. Su cuerno se quedó
enganchado en el árbol donde yo me había estampado.
El unchal por mucho que luchaba, no conseguía sacar
su cuerno del árbol. Yo me subí a él, le cogí por su enorme cuello y lo giré,
de forma que el unchal murió.
Me bajé de él y suspiré, luego me giré y ahí estaba
el otro unchal corriendo como un loco hacia mí, no me dio tiempo a
reaccionar. Cuando estaba cerca de mí,
levantó sus patas delanteras y las posó sobre mis hombros de manera que me tiró al suelo. Abrió
la boca dejando al descubierto sus afilados dientes y los acercó hasta mí, pero
yo le cogí de la boca y se la cerré.
Él no paraba de moverse y por lo tanto era muy complicado
mantener mis manos en su boca. Tuve que hacer bastante fuerza.
Entonces levanté mis piernas dándole una fuerte
patada al estómago. Gracias a mis
piernas conseguí levantarlo por el aire y darle una voltereta por el aire hasta
que cayó al suelo del revés. Yo me levanté rápidamente y puse mi codo en su
cuello.
Estuve así unos segundos observando como moría,
quedándose sin respiración, él hacía todo lo que estaba en su mano por escapar
de mi codo pero no lo consiguió a tiempo y al final paró de moverse.
Cuando vi que estaba muerto me levanté y me di cuenta
de que Justin no estaba, asique me fui corriendo por la dirección que él se
había ido, muy preocupada. Como le llegara a pasar algo, me moría. Él era la
única persona que conocía y bueno, me gustaba un poco.
No paraba de gritar su nombre al mismo tiempo que
corría, pero no me contestó.
Después de correr un buen rato me cansé y me senté en
el suelo.
Me puse a llorar.
Estaba desesperada, ¿Dónde estaba yo?, ¿Y dónde
estaba él?
No paré de llorar durante una hora aproximadamente.
Estaba realmente triste, no podía soportar la idea de
que le hubiera pasado algo, es que solo de pensar en ello me derrumbaba.
No haber tenido ocasión de decirle, de decirle lo que
siento por él.
Seguí llorando un rato más.
Pero de repente escuche su voz y dijo:
-¿Por qué lloras Silver?
Me quedé alucinada, me giré y allí estaba montado en
un unchal esperando a que yo subiera. Me limpié las lágrimas de mis
mejillas y tuve el valor de decirle:
-¿Cómo que porqué lloro?, por ti idiota, me has dado
un susto de muerte ¿lo sabias?
-Pues lo siento, ¿has conseguido matar a los
unchales?
-Si- dije con aun lágrimas en los ojos-¿y tú?
-Si, a los
otros dos, y a éste me he subido. Te estaba buscado-.
-¡Yo también te estaba buscando!-.
A continuación nos reímos los dos, él me extendió la
mano y yo le puse la mía encima de la suya, me la agarró fuertemente y me subió
al unchal, justo detrás de él.
Puse mis manos en su perfecta cintura, y el unchal
relinchó y entonces echó a correr.
Corría tan rápido que todo el viento me daba en la
cara y el pelo se me volaba.
Estaba cansada, por lo tanto hundí mi rostro en su
espalda, bostecé y cerré los ojos, me dormí.
Tuve un sueño en el que Justin y yo estábamos en el
Monasterio del Sur, el me besó en los labios al mismo tiempo que me cogía por
la cintura y yo puse mis manos en su nuca, acariciándole el pelo. El beso se
acabó y nos abrazamos, y él me dijo adiós, adiós para siempre, y yo le dije
siempre te esperaré, y él desapareció…
Entonces escuché una voz que decía:
-Silver, Silver despierta hemos llegado. Hemos
llegado al Monasterio del Sur-.
Abrí los ojos y vi el hermoso rostro de Justin que me
había despertado de mi triste sueño.
Me puse en pie y miré el Monasterio, era un edificio
gigante que hacía juego con el bosque porque era verde claro. Las ventanas, la
gran puerta y el tejado eran de verde oscuro.
Me restregué los ojos con las manos y me di cuenta de
que ya era de día.
Entonces bostecé y me arreglé un poco mi largo pelo
liso con las manos.
Justin me cogió de la mano y me llevó hasta la puerta
del gran Monasterio.
Justo un segundo antes de que Justin abriera la
puerta para entrar al Monasterio oímos una voz grave y ronca que dijo:
-¡He vosotros! ¿Qué creéis que estáis haciendo?
-¿Qué pasa? ¿Quién es?- le murmuré a Justin-.
-Son tres, y son los hechiceros que estaban viniendo
hacía este Monasterio para coger la daga antes que nosotros, a ellos son a los
que teníamos que adelantar-.
-¡O, no!- dije tan bajito que ni Justin lo oyó-.
Entonces nos giramos, eran tres tal y como Justin me
dijo, tenían cada uno una capa negra que les cubría todo el cuerpo y una
capucha unida a la capa que les tapaba gran parte de la cara, tan solo tenían a
la vista sus blancas y congeladas manos, y la parte inferior de su rostro
también blanco y congelado. Daban un poco de miedo. La lengua la tenían fuera
de la boca y era exactamente igual que la de una serpiente. También tenían unos
diminutos colmillitos, como los de un vampiro.
Me dio un escalofrió solo de mirarlos.
El del centro era el que había hablado, los otros dos
estaban a sus lados gruñendo.
-No te separes de mí- me murmuró Justin-.
Yo le miré un
segundo y luego a los hechiceros de nuevo.
-Esa daga es nuestra- dijo el hechicero del medio-.
-Eso ya lo veremos- les soltó Justin enfadado-.
Entonces Justin y el hechicero del centro se
enzarzaron en una lucha, los dos eran buenos luchadores y muy rápidos. Casi no
me daba tiempo de seguir sus movimientos.
Los otros dos de volvieron hacia mí, y se dispusieron
a correr hacia mi posición.
Una vez ya estaban cerca y me iban a atrapar, salté
por encima de ellos y cuando iba a caer al suelo puse mis manos en el suelo y
me quedé haciendo el pino un segundo y después me elevé en el aire con mis
alas.
Me puse a volar en círculos cerca del suelo alrededor
de ellos dos, tan rápido como una bala. Cada vez mi velocidad aumentaba y ellos
se estaban quedando sin respiración. Uno de ellos consiguió atraparme y me
empujó contra el hechicero con el que estaba luchando Justin, este me cogió del
cuello y me estampó contra la puerta del Monasterio, solté un gemido y me
levanté.
Entonces el hechicero de Justin le consiguió quitar
la espada a éste, pero cayó en mis manos. Yo la cogí con fuerza y cuando uno de
mis hechiceros me la intentó quitar, directamente yo le corté la cabeza.
El siguiente me atrapó la espalda al subirse a mis
hombros e intentar ahogarme con sus manos, pero no lo consiguió. Le di un golpe
y él se cayó hacia atrás y se golpeó la cabeza con la puerta. Se cayó al suelo
herido y como todavía respiraba yo le clavé la espada en el corazón, tan hondo que
conseguí sacárselo de cuajo. Su corazón se quedó enganchado en mi espada, así que
lo cogí con la mano y se lo tiré al hechicero con el que luchaba de Justin.
Pero éste, muy bueno de reflejos, consiguió atraparlo
antes de que le diera y cuando ya lo tenía en la mano, lo estrujó y lo tiró al
suelo, enfadado porque había matado a sus amiguitos. Justin aprovechó su
distracción y le pegó un puñetazo en la cara.
Me di cuenta de que Justin necesitaba su espada
asique se la tiré y el la empuñó a la primera.
Me puse detrás del hechicero, y Justin le dio una
patada en la barriga empujándolo hacia mi posición, me tiró la espada y gritó:
-¡Ahora!
Y entones le
clavé la espada por la espalda, y murió, desangrándose por la boca y por la
espalda principalmente.
-Ya está, ya podemos coger la daga-dije-.
-Ya era hora- soltó unas risas-.
Entonces fui corriendo hacia él y le cogí de la mano
y le llevé hacia la puerta.
-Ha llegado la hora, por fin- soltó él, con una
amplia sonrisa-.
A continuación me apretó la mano y tocó tres veces
continuas a la puerta. Un hombre mayor, alto y encorvado, la abrió haciendo un
suave chirrido, nos miró con sus ojos azules como el mar y nos dijo:
-Os estábamos esperando- sonrió- pasad, pasad-.
El hombre empezó a andar y nosotros le seguimos.
El Monasterio era muy grande, y como paredes tenían
grandes vidrieras de colores y como suelo una preciosa moqueta roja.
También tenía unos ventanales redondos
espectaculares.
Y en el centro había una escalera de caracol tan
larga que no se veía el final.
El hombre empezó a subir la escalera, y por supuesto
nosotros también.
Una vez llegamos al final, había un pasillo con
puertas de madera cobriza por toda la pared, y al fondo había otra puerta. Allí
fue donde nos dirigimos.
Cuando llegamos a la puerta, el hombre la abrió. La
habitación estaba vacía, solo había ventanas por toda la iluminada habitación y
una mesa cuadrada, con la daga encima.
La daga era pequeña, con un mango de oro que tenía la
forma de un ala, parecida a las mías. Tenía también una hoja súper afilada y
puntiaguda.
El hombre se acercó a la mesa, empuñó la daga con su
mano derecha la alzó y se dirigió hacia nosotros mientras nos decía:
-Os hago entrega de la Daga del Sur- dijo con una voz
potente-.
Yo la cogí con mi mano libre y la elevé en el aire.
Entonces Justin y yo nos reímos con alegría por tener
una cuarta parte de nuestro trabajo hecho, pero el hombre solo sonrió y asintió.
-Y para agradeceros todo lo que habéis hecho por Eskeindran,
os voy a dar una cosa- nos decía mientras se ponía su mano en la boca-.
Cuando ya la tenía en la boca silbó, y entonces
rápidamente se acercó a una de las ventanas y la abrió. Fuimos corriendo a la
ventana para ver qué es lo que pasaba.
Lo que pasaba era que venía un ave hermosa y
gigantesca hasta nuestra ventana.
Cuando se acercó un poco más pudimos ver que era un
caballo blanco y radiante, con unas alas igualitas a las mías, solo que las suyas eran blancas y las
mías negras.
-Es todo
vuestro, es un simple regalo por todo lo que vais a hacer por Eskeindran- nos
dijo con una sonrisa de oreja a oreja-.
-¡Muchísimas gracias!- le agradecí yo-.
-No hay porque darlas preciosa, es un pequeño gesto
de parte del Monasterio del Sur, así podréis emprender más rápido vuestro
viaje-.
-Igualmente, estamos muy agradecidos- soltó Justin,
sonriendo-.
-Vale, si necesitáis algo más no tenéis más que
decirlo-.
-Pues ahora que lo dices, hemos llegado a la muralla
del Bosque Luna gracias a dos increíbles caballos, ¿podrías cuidarlos? tan solo
los tienes que llamar y vendrán corriendo hacia aquí. Confiamos en que estarán
a salvo-desembuché yo-.
-Claro, no hay problema, aquí estarán en buenas manos
os lo aseguro, ¿Cómo se llaman?
-Pues el macho se llama Hidalgo y la hembra Dajira-
le respondió Justin-.
-Perfecto, muchas gracias, espero que Pegaso sea una
buena compañía-.
-Estoy segura de que lo será, señor. Gracias otra
vez- dije al mismo tiempo que Justin y yo nos subíamos a Pegaso-.
-No, gracias a ti Silver-.
-¿Sabe mi nombre?
-Todos en Eskeindran saben tu nombre, pequeña-
No contesté.
Pegaso movió las alas, elevándose poco a poco en el
aire. Salió disparado por la ventana, tan rápido como una bala.
Justin se puso a gritar de alegría, saboreando las
nubes y sintiendo el aire en la cara.
Y yo me puse a gritar también.
Volamos tanto, que llegamos al mar.
Pegaso bajó, pero no podíamos parar, porque era agua
y entonces éste rozó una de sus lindas patas delanteras con el agua y nos
salpicó.
Ahora nos dirigíamos al Monasterio del Este, a por la
segunda daga.
8.
Las islas vampirik
Llevábamos ya casi dos horas sobrevolando el mar. Y
no habíamos visto ni un solo pedacito de tierra. Pensábamos que nos habíamos
perdido, teníamos hambre, sed y estábamos cansados.
-Oye, ¿Por qué no miras en tu cacharro ese para ver
dónde estamos?
-Se dice localizador-.
-Pues eso-.
-La verdad es que no es mala idea- dijo mientras
sacaba el localizador de su mochila, como la otra vez- Estamos aquí- dijo
señalando el puntito azul- necesitamos comida, agua y un refugio para
descansar-.
-Pues vamos donde esté más cerca del Monasterio del
Este-.
-¿En serio quieres esperar tres días?, porque es lo
que tendremos que esperar si vamos allí, estamos muy lejos-.
-¿Y entones qué?
-Pues estamos cerca de Las islas Vampirik, podemos
parar allí, repostar, y luego hacer tres días de viaje hasta Cuiky, donde se
encuentra el Monasterio del Este-.
-Vale, vamos a las islas vampirik, oye ¿allí hay
alguna criatura rara?
-Sí, ¿no es obvio?
-No-.
Suspiró.
-Vampiros, hay vampiros-.
-Ah, vale-.
Suspiró de nuevo y luego me sonrió.
Yo me puse a buscar los vampiros en el libro de las
especies.
-¡Ya lo he encontrado!
-¿El qué?
-Los vampiros, los estaba buscando en el libro de las
especies, ¿quieres que lo lea en voz alta?
-Si quieres-.
-Vale pues:
“Habitan
en las islas Vampirik, tienen el físico de un humano normal pero son diez veces
más guapos.
A
la luz del sol su piel se vuelve brillante y mucho más bonita que antes.
Intentarán atraerte hacia ellos, con su magnífico olor, con su hermoso físico,
y con su dulzura.
Querrán
atraerte hacia ellos para que cuando estés lo suficientemente cerca poder
chuparte la sangre hasta que no te quede gota o hasta que te conviertas en uno
de ellos.
Son
muy rápidos y fuertes, harían lo que fuera por chuparte la sangre, así que no
te dejes engañar por su precioso físico, son unas máquinas de matar”.
-Perfecto- dijo entre jadeos-.
-¡Tierra a la vista!
-Ahí están las islas Vampirik-.
Podíamos verlas a vista de pájaro. Desde allí arriba
tenían forma de colmillos, como los clásicos colmillos de los vampiros. Eran
dos islas y desde allí arriba parecía que fueran rojas, o al menos el suelo era
rojo.
Estábamos muy altos, así que tardamos bastante rato
en pisar el rojo suelo de las puntiagudas islas; como un cuarto de hora.
Ya habíamos llegado al suelo, y había muchísimos
vampiros hermosos, eran súper guapos. Al lado de ellos yo me sentía inferior. La
tez la tenían del color de la leche, y todos tenían los ojos rojos como la
sangre.
Nos estaban echando mirada de asesinos y entonces una
vampira rubia y guapísima se aproximó hacia nosotros, y nos dijo con una voz
suave y encantadora:
-Mi nombre es Estela, bienvenidos a las islas
Vampirik, ¿Qué necesitáis?-.
No respondimos sorprendidos por su amabilidad.
-¡Ah!, claro, pero que tonta soy, estaréis
hambrientos, sedientos y cansados ¿verdad?
Asentimos lentamente con los ojos como platos.
-Bien seguidme, os daremos comida, bebida y refugio.
Esta noche va a ser muy larga-.
Nos condujo hacia el corazón de la isla y cuando
pasamos por al lado del resto de vampiros se rieron de nosotros y nos sonrieron
con sus pequeños colmillitos.
Eran todos realmente guapos, la verdad y también
olían genial.
La seguimos hasta una especie de poblado con cabañas
de madera redondas, con una puertecita pequeña también de roble.
Entramos en la casa más grande de todo el poblado, el
interior era más grande de lo que aparentaba desde fuera.
Había gente atada a las paredes, de las manos y piernas.
Todos parecían humanos normales.
Entonces a una chica de pelo oscuro y liso como yo la
desataron. Ella sí que tenía pinta de ser una vampira porque era blanquísima y
guapísima, y además le vi sus colmillos.
La desataron y se la llevaron a rastras soltando
gritos de dolor, estaba aterrorizada la pobre.
Justin me agarró de la mano al oír sus escalofriantes
gritos de niña pequeña.
-¿Qué le vais a hacer?- le pregunté a Estela-.
-Le vamos a cortar la cabeza- lo dijo muy tranquila
como si no pasara nada- es que ella es una vampira buena y a nosotros no nos
gustan los buenos-.
-¡No le podéis cortar la cabeza solo porque sea
buena!- le dije un poco salida de tono-.
-Tranquila- me susurró Justin-.
-¿¡Pero como quieres que esté tranquila?! ¡Van a
matar a esa pobre chica!-.
Le solté la mano a Justin y salí corriendo de la
acogedora cabaña.
-¡Cogedla!-ordenó Estela a unos guardias que estaban
en la puerta del refugio-.
Cuando me iban a atrapar yo salté y no lo
consiguieron.
-¡No dejéis que escape!- les gritó Estela
desesperada-.
Yo me fui rápidamente y conseguí ver que un chico de
pelo rizado y castaño iba a cortarle la cabeza a esa chica.
Saqué mis alas para ir más rápido y cuando ya estaba
cerca Justin salió de la tienda y me
tiró su espada. Un segundo después le atraparon los guardias.
Empuñé la espada y salté hasta poder volar, y
entonces le corté la cabeza a ese chico tan apuesto. Bajé al suelo y cogí a la
joven chica de la mano.
-Gracias- murmuró ella-.
-¿Cómo te llamas?- le pregunté yo-.
-Miranda, ¿Y tú?-.
-Silver-.
Ella me sonrió y yo le devolví la sonrisa.
Entonces un vampiro pelirrojo se acercó corriendo
hacia nosotras y yo empujé a Miranda hacia un lado y le clavé mi espada en el
pecho.
El soltó un gemido y luego se desangró.
Me acordé de que a Justin le habían atrapado y le
dije a Miranda:
-Escucha, Miranda, yo he venido aquí con un amigo y
le han atrapado, ¿tú sabes dónde dejan a los prisioneros?
Ella me señaló una cabaña.
-Gracias, ven conmigo no me puedo arriesgar a que te
quedes aquí-.
-Bien-.
Le cogí de su suave mano blanca y la arrastré hasta
que llegamos a la cabaña.
Abrí la puerta, y la verdad es que era más bonita por
fuera que por dentro. Era toda gris con muchas celdas a los lados de hierro y
bastante gente dentro, supongo que en una de esas celdas estaría Justin.
Estaba en la antepenúltima; él sacó sus manos por los
barrotes cogiéndome por los hombros y me dijo aterrado:
-Tienes que sacarme de aquí enseguida las llaves las
tiene ese guardia de ahí- lo señaló.
El guardia dormía tranquilamente, mientras en el
bolsillo se veían las llaves
-Suerte que está dormido, ¿quién es ésta?- preguntó
mirándola-.
-Es Miranda, es una vampira buena a la que iban a
matar-.
-Vale-.
Yo me aproximé al guardia me agaché para coger la
llaves con mucho cuidado. Cuando las rocé, el guardia hizo un ruido y bufó en
sueños.
Yo estaba apretando los dientes a causa del miedo a
que despertara.
Toqué las llaves con cuidado y conseguí cogerlas
delicadamente.
Me aproximé a la jaula de Justin y entonces el
guardia despertó y dijo:
-¡Pero que te crees que estás haciendo!
Yo le miré solo un segundo y luego le abrí a Justin y
ya estaba fuera, el guardia me cogió de los brazos y me elevó en el aire. Me
estaba apretando y entonces Miranda fue a la velocidad de la luz hasta
conseguir ponerse detrás del gordo guardia y le chupó la sangre del cuello, y
él, dolorido, me soltó.
Este calló al suelo y se puso a gritar.
-Gracias- le susurré a Miranda-.
-Ahora ya estamos en paz- me sonrió-.
Yo también le sonreí.
Justin fue corriendo a una mesa donde había una cesta
con mucha fruta, y la cogió.
-Bien hecho- le dije-.
Entonces los tres salimos disparados de la cabaña.
Fuera de la tienda estaban todos los vampiros, nos
estaban esperando, pero ya teníamos comida y debíamos salir de allí, con
Miranda.
-Tengo una idea- susurré de tal forma que solo ellos
dos me escucharon-.
-¿Cómo?- preguntó Miranda-.
-Yo volaré hasta detrás de todos esos vampiros y a mi
espalda irá Miranda, luego, tú Justin,
les tendrás que distraer mientras nosotras subimos a Pegaso, y luego pasamos a
por ti, ¿entendido?-.
-Buena idea, vale hagámoslo- comentó Justin-.
Miranda se subió a mi espalda, como pesaba poco pude
volar con ella, y los vampiros nos estaban siguiendo por el suelo.
Pero gracias a dios Justin dijo:
-¡Eh, miradme estoy aquí!, ¿queréis guerra?, ¡vamos
no os cortéis venir a por mí!
Todos los vampiros le miraron y se pusieron a luchar
contra él.
Nosotras ya habíamos llegado al suelo y fuimos
corriendo, subimos a Pegaso, y luego sobrevolamos a todo ese grupo de vampiros.
El pobre Justin estaba en el medio luchando contra
todos, pero nosotras nos pusimos cerca del suelo y yo le extendí la mano a
Justin, él me la agarró fuerte y aunque
tuve que hacer bastante fuerza, conseguí subirle a Pegaso.
Miranda estaba sentada en el lomo de Pegaso la primera, yo la segunda
y Justin el tercero.
Me agarré de la suave cintura de Miranda, mientras
que Justin se agarró dulcemente a la mía.
Los tres dijimos adiós a los vampiros con la mano
mientras ellos agitaban las suyas con desgana.
Y al final pude oír que Estela decía:
-¡¡Esto no ha acabado, esto no ha acabadoooo!!
Miré por última vez a la hermosa vampira y a
continuación fijé mi vista en el horizonte.
Pasaron tres largas horas de un insoportable
silencio, y al final Justin rompió el hielo al decir:
-Está oscureciendo, voy a mirar en el localizador
para ver nuestra posición- sacó el localizador y lo estudió- estamos cerca de
la frontera entre el Bosque Luna y Labek-.
-¿Qué separa el Bosque Luna de Labek?
-Lo separa el Rio Musta-.
-¡Ves el rio!- dijo mientras lo señalaba-.
-¡Sí!- le respondí-¡oh no!-.
-¿Hay algún problema?- soltó Miranda de repente-.
-¡Si, Labek está hecho de lava!
-¡No importa
pararemos al otro lado del rio, donde se encuentra el Bosque Luna!- dijo
Justin-
-¡Y así de paso podemos refrescarnos en el rio
Musta!-.
Pasó un cuarto de hora e hicimos aterrizar a Pegaso
cerca del rio Musta.
Una vez en el suelo, montamos una especie de
campamento al lado de un rio.
9.
El rio Musta
En cuanto me puse en el suelo, fui corriendo al rio
Musta y me tiré al agua.
Este rio era perfecto, muy bonito y de aguas
cristalinas limpísimas.
El agua estaba fresquita, justo lo que necesitaba en
ese momento, bebí un montón de agua y me puse a bucear como una loca y mis
amigos me acompañaron, no parábamos de salpicarnos.
Nos pusimos a jugar como niños pequeños.
Pasamos un buen rato.
Transcurrieron un par de horas y entonces salimos y
nos secamos como pudimos. Luego encendimos una hoguera, nos sentamos alrededor
y comimos las frutas que había atrapado Justin.
Yo me estaba zampando una deliciosa manzana
refrescante.
Para romper el hielo se me ocurrió preguntarle a
Miranda:
-Oye Miranda, ¿Cómo te hiciste vampira?-.
-Es una larga historia-.
-Tenemos toda la noche- dijo Justin-.
-Vale pues, todo empezó hace un mes- tragó- mi hermana
mayor Lexa y yo, queríamos coger la daga del Monasterio del Norte- se aclaró la
voz, ya que antes la tenía un poco ronca- una vez que habíamos llegado al
Monasterio y estábamos a punto de tener la daga en nuestras manos humanas,
apareció Estela con otros vampiros. Estaban reclutando gente para ser más
vampiros. Habían enviado grupos de ellos a todos los Monasterios.- suspiró-
Entonces nos mordió en el cuello para convertirnos en vampiras. Fue lo más
doloroso de mi vida, estuvimos tres días enteros gritando como locas por el
dolor- hizo una pausa cerrando los ojos con angustia por haberlo recordado-Después
ella nos intentó llevar a las Islas Vampirik para que formáramos parte de su
malvado clan. Pero nosotras éramos vampiras buenas, y no queríamos hacer daño a
nadie. Lexa consiguió escapar, pero no le dio tiempo para salvarme a mí, porque
si no, moriríamos las dos, y al final me dijo:
-Cogeré la
daga, por ti hermana- y se puso a llorar-.
Y yo le dije:
-Intentaré salir de aquí con vida e iré a buscarte al
Monasterio del Norte. Me juré a mí misma que lo haría-.Luego me abrazó y siguió
su destino.
Y ahora yo gracias a vosotros voy a tener la
oportunidad de encontrarla, ¿A dónde os dirigís?-.
-Al Monasterio del Este, pero luego iremos al del
Norte, ¿verdad Justin?-.
-Claro- dijo con la boca llena-.
Las dos suspiramos a la vez.
-Pero, ¿vosotros vais a coger todas la dagas?-
pregunto curiosamente Miranda-.
-Ese es nuestro propósito, si-.
-Entonces no os voy a desviar de vuestro rumbo,
¿verdad?, porque no quisiera hacerlo- se lamentó-.
-¡No, qué va!, nos viene de paso ir después al
Monasterio del Norte, tu tranquila-.
-¡Genial!- bostezó- oye ¿qué tal si dormimos?-
-Si buena idea- le conseguí decir entre bostezo y
bostezo- quien sabe cuánto tiempo estamos sin dormir-.
Extendí mi saco de dormir y me acurruqué entre las
sabanas.
Al fin cerré mis pesados parpados dejando a la vista
mi sueño:
Estaba
yo en el bosque, sola llamando a Justin, y de pronto escuché un sonido algo que
se escondía detrás de un arbusto, ¡era él!, entonces vino corriendo hacia mí
para abrazarme, pero no duró mucho esa satisfacción, porque por detrás apareció
Miranda con una sonrisa malvada clavada en la cara, y se acercó a Justin por
detrás suyo y le mordió el cuello, él se puso a gritar de dolor y Miranda con
la boca empapada de sangre, vino corriendo hacia mí para hacerme lo mismo y en
eso me desperté.
Me di cuenta de que no había sido más que un sueño,
un horrible sueño.
Miré el reloj de Justin que estaba atado a su muñeca,
eran las 4:45 de la mañana.
Pero la verdad es que después de esa pesadilla ya no
me apetecía dormir. Así que me levanté y me fui a nadar un poco al rio.
Estaba relajada, mojada y pensativa.
Pensaba en él, no podía parar de pensar en él.
Estaba enamorada de él, aunque me costara admitirlo,
lo estaba y mucho.
Metí mi cabeza bajo el agua para ver si me ahogaba y
se acababa mi sufrimiento.
Sentí como si mis pulmones se llenaran de agua, de
mucha agua, tanto que dejé de respirar y cerré los ojos.
Me di la vuelta bajo el agua para poder ver la luna y
vi una figura, era su figura, le vi a él con su cuerpo perfecto, me estaba
intentando sacar del agua, no era una fantasía, era real, me intentaba salvar.
Cuando me sacó al fin del agua, tiré bastante de ésta
por la boca, toda la que me había entrado en el cuerpo, la verdad.
Pero no estábamos en la orilla, seguíamos dentro del
rio, pero en la superficie, y él todo preocupado me dijo:
-¡Pero que estás haciendo!
-Nada solo me estaba bañando-.
-¡Ah claro, te estabas bañando y se te olvidó
respirar!, ¿no?- dijo con ironía-.
-Mmmm… ¡Sí!-.
Suspiró.
-¡Me has dado un susto de muerte!-.
Y entonces empezó a parlotear, y no entendía lo que
me estaba diciendo, hablaba de que estaba loca y otras tonterías.
¡Pero es que no se callaba!
Y él seguía hablando, pensando en que yo me estaba
enterando de todo, pero la verdad es que yo estaba a mil millones de años de
Eskeindran.
¡No lo soportaba más!, no paraba de hablar, tenía la
sensación de que me estuvieran sangrando los oídos.
Entonces para hacer que se callara le dije:
-¡Por dios, cállate y bésame!
Y él solo pudo decir:
-¿Eh?
Entonces yo suspiré y nuestros labios se encontraron.
Era la única manera de hacerle callar, y aunque
estuviéramos los dos empapados dentro de
un rio, nos besamos.
Fue dulce, muy dulce.
La sensación de amor que estaba teniendo al sentir
que sus labios se deslizaban por los míos era muy intensa.
Él me acarició con la yema de sus dedos mis mojadas
mejillas, y yo con mis manos su nuca.
Él bajó sus manos desde mis mejillas hasta mi
cintura, y se quedaron ahí, y yo empecé a acariciarle el pelo suavemente.
Sentí como si me estuviera derritiendo entre sus
brazos.
Y desgraciadamente el increíble beso llegó a su
final.
Nuestros labios se separaron pero nuestras manos
siguieron permaneciendo en el mismo sitio en el que se quedaron, y luego él me
rodeó con los brazos.
Estuvimos así un par de minutos. Hasta que la alarma
del reloj de Justin sonó, ya era hora de irse, así que salimos del agua.
Una vez fuera
nos miramos y nos reímos.
Miranda se despertó y nos preguntó:
-¿De qué os reís?
-¡Ja, ja! de nada- le mentí-.
-Ya son las 6:00 de la mañana, vámonos que tenemos un
largo camino por delante-.
Miranda se levantó y subió a Pegaso.
Nosotros, nos miramos enamorados y también subimos.
-Haber chicas, este es el plan- dijo Justin al mismo
tiempo que sacaba el mapa y señalaba nuestra posición- ahora, vamos a
sobrevolar Labek con Pegaso, porque como es de lava no lo podemos pisar.
Silver, busca Spajes, en el libro de las especies-.
Hice lo que me dijo y lo saqué, y leí:
-Bien pone:
“Estas
criaturas habitan en Labek, porque solo pueden vivir rodeados de lava. Comen de
todo, echan fuego por la boca y vuelan.
Los
Spajes son muy pocos, son la especie más extinguida que hay. Es la especie con
más poca cantidad de seres en toda Eskeindran.
Hay
que tener mucho cuidado con ellos, son muy peligrosos, con tan solo un bocado
te pueden comer enterito”-.
Puse unos ojos como platos a leerlo.
-Pero como lo vamos a sobrevolar no pasa nada
¿verdad?- preguntó Miranda-.
-Bueno, en teoría no tendría por qué pasar nada, pero
como vuelan, pues no se…-.
-¡Bueno, si vuelan!, ¿y qué? No son nada en
comparación con Pegaso-exclamé-.
-Supongo que no tiene por qué pasar nada-.
-Bien, entonces ¿a qué estamos esperando?-dije-.
Pegaso movió sus alas hasta elevarse en el aire y
empezó a desplazarse lentamente.
10.
Labek
Después de una hora, estábamos ya sobrevolando Labek.
La caliente lava nos abrasaba lentamente, estábamos
sudando como un cerdo del calor que teníamos.
Pero la buena noticia era que no habíamos visto
ningún Spaje todavía.
Todo estaba muy tranquilo.
Entonces se escuchó un fuerte rugido feroz.
Al oírlo un escalofrió recorrió mi espalda.
-Están cerca- susurró Justin-.
-Habrá que darse caña- murmuré-.
-Si- afirmó Miranda entre susurros-.
Entonces Justin levantó su mano derecha y le pegó un manotazo
en el trasero de Pegaso. Éste relinchó haciendo mucho escándalo y luego
aceleró.
Mi pelo se agitaba en el aire, provocado por ir tan
deprisa.
Giré la cabeza hacia la lava para asegurarme de que
no había ningún Spaje, pero por desgracia no tuvimos esa suerte, estaban
saliendo seis de la lava. Tenían cuerpo de serpiente con unas alas que se
agitaban hacia nosotros y tiraban fuego por la boca.
-¿Qué hacemos?- preguntó Justin-.
No contesté y me quedé pensativa…
Al cabo de un par de segundos exclamé:
-¡Ya lo tengo!-je je que lista soy- ¡yo tengo alas!, ¿no?-.
-¡Ya lo tengo!-je je que lista soy- ¡yo tengo alas!, ¿no?-.
Justin asintió.
-Vale-seguí explicando- entonces tú, Justin, me
dejarás tu espada, yo lucharé contra ellos en el aire intentando que no vallan hacia
Pegaso. Vosotros os vais para salir de Labek, así no correréis peligro y después
me esperáis en la frontera. Cuando acabe os alcanzaré-.
Justin no había parado de asentir en todo el rato que
llevaba hablando, y Miranda me miraba como si no se hubiera enterado, así que
me encontré obligada a decir:
-¿Os habéis enterado?
Justin seguía asintiendo.
-¡Justin!, ¡Miranda!, ¡Esto es serio!-.
-Yo sí que lo he
entendido- dijo Miranda- y me parece un buen plan, pero ¡date prisa!, están
cerca-.
Entonces me elevé en el aire y le quité a Justin la
espada del cinturón.
Cuando iba a marcharme algo me agarró del brazo y me
giró, era Justin que dijo:
-Espera-.
A continuación me besó, fue un beso apasionado y
lleno de amor pero también corto.
Cuando acabó sonreí y me devolvió la sonrisa.
Luego me quedé allí en el aire mirando cómo se
alejaba Pegaso.
Solté un par de lagrimitas a causa de que había
posibilidades de que no sobreviviera y que por lo tanto no podría volver a ver
a Justin.
Me limpié las lágrimas de las mejillas y me giré
empuñando la espada con las dos manos.
No veía ningún Spaje, habían desaparecido, tampoco
escuchaba ningún ruido extraño.
De repente algo me toco la espalda y me giré, ¡era un
Spaje!, era la serpiente más grande que había visto nunca, media ocho metros
por lo menos. Y sus alas eran de piel en vez de plumas, de una piel oscura y
malvada.
Luego el Spaje abrió mucho la boca, dejando al
descubierto sus grandes colmillos.
Me iba a comer enterita si no hacía algo, asique lo
que hice fue apartarme se esa cosa.
Pero luego algo me agarró del cuello, me estaba
ahogando y vi que era otra serpiente de esas, casi no podía respirar, intentaba
gritar pero no pude.
La otra serpiente me mordió el brazo derecho, y no sé
cómo pude hacerlo pero conseguí gritar muy fuerte, vi como la sangre caía de mi
brazo. La serpiente que me tenía cogida
del cuello me impulsó muy fuerte hacia la
lava que había bajo mis pies. No me encontraba muy lejos de la lava por eso la
serpiente me tiró hacia ella. No me dio ni tiempo a reaccionar, agité mis alas
pero no fue suficiente.
Yo pensaba que iba a chamuscarme, pero una mano me
sujetó de mi brazo lleno de sangre, yo agité con más fuerza las alas y me pude sostener bien en el aire; luego me
giré para ver quién era.
Era Miranda, que lucía unas alas muy bonitas, también
de piel y no de plumas, me miró y me dijo entre risas:
-Los vampiros tenemos alas ¿sabes?
-Los vampiros tenemos alas ¿sabes?
Yo simplemente me reí.
-He olido tu sangre y he venido todo lo rápido que he
podido, los Spajes son muy poderosos-.
-¿Me lo dices o me lo cuentas? ¡Je, je!-.
Ella paró de mirarme y a continuación miró algo que
había detrás de mí, cada vez más asustada, y un segundo después me gritó:
-¡Cuidado!- al mismo tiempo que me empujaba hacia un
lado-.
Un Spaje vino volando hacia ella con la boca abierta,
y Miranda justo cuando el Spaje le iba a comer, se apartó rápidamente y el
Spaje con su cola de serpiente la agarró del cuello, como me había hecho a mí
antes. Yo saqué mi espada y le corté la cabeza.
-Gracias-susurró-.
“De nada”, pensé.
De repente, vi un grupo gigante de Spajes, detrás de
Miranda, y se estaban acercando a nosotras. Grité:
-¡¡BASTA!!- y entonces los Spajes asustados se dieron
la vuelta y se fueron volando más rápido que antes- es increíble, les ha
asustado mi voz-.
Pero Miranda señaló detrás de mí con el brazo
temblando de auténtico terror, y me dijo entre jadeos:
-C-c-c-creo q-q-q-u-que n-no has si-si-sido t-tu, q-q-q-quien le-les ha asu-s-stad-do-susurró-.
-C-c-c-creo q-q-q-u-que n-no has si-si-sido t-tu, q-q-q-quien le-les ha asu-s-stad-do-susurró-.
-¿Qué…?- murmuré, ahora solo se oían nuestras voces-.
Ella siguió temblando y señalando detrás de mí asique
me giré y…
¡Un
Spaje gigante tenía su enorme cabeza, pegada a mi cuerpo!
¡¡Su cabeza era más grande que yo!!
Pegué un grito tan ruidoso que hasta Justin lo habría
oído, seguro.
Estaba muy asustada y aterrada, entonces para
tranquilizarme miré abajo, y vi su enorme cuerpo de serpiente, no veía el
fondo.
Me daba miedo su cabeza porque era el triple de
grande que yo, y sus enormes alas, el doble de grandes que las de Miranda y yo
juntas.
-E-e-e-eso- dijo Miranda con un susurro-.
Ahora mismo estaba todo en silencio, no se escuchaba
ningún tipo de ruido, nada, todo era silencio, y eso me aterraba.
De pronto el reptil puso su cabeza en una posición
vertical, dejando así de mirarme fijamente y abrió la boca muchísimo, tenía
unos colmillos que daba miedo verlos, y rugió con furia, y adiós al silencio
absoluto.
Rugió tan fuerte que nos llenó de babas a las dos y
yo pensaba que me había quedado sorda.
¡Qué asco!
El enorme bicho bajó su cabeza de nuevo, abrió su
gigantesca boca y me metió dentro de ella, sentía como sus colmillos me
atravesaban parte de las costillas, asique empecé a gritar como una loca de
dolor.
Estaba tumbada en su lengua retorciéndome de dolor.
Su boca continuaba abierta, así que me puse de pie en
su boca, y justo cuando lo hice el monstruo cerró la boca de golpe, y me golpeé
la cabeza con el paladar. Me hice daño, ahora sí que no tenía fuerzas para
levantarme.
Me desplomé en su lengua aunque me diera verdadero
asco, la verdad.
Cerró completamente su boca y me quedé a oscuras,
pero un rayito de luz entró por un huequecito entre dos dientes, cada vez había
más luz y más luz, su boca se abría de nuevo.
Todavía no veía el exterior, pero entonces conseguí
ver dos pies que se posaban sobre dos dientes inferiores, y dos manos que se
posaban en la parte de arriba. Era Miranda que había venido a sacarme se allí.
Al fin vi todo el cuerpo de Miranda subido a los
dientes de la bestia, me tendió una de sus manos y yo la agarré con fuerza.
Las dos salimos de aquella inmensidad oscura y fría
que era la boca de aquello.
Estábamos completamente mojadas de babas.
Pero Miranda me dijo:
-Distráele-.
¿Cómo iba a distraer a una serpiente gigante?
Entonces saqué mi espada y se la tiré al mostro, pero
resulta que la tiré con mala puntería, porque no le conseguí dar, y entonces la
espada se calló dentro de la lava, y pensé “Oh no, Justin me va a matar”.
-¡Silver!- me gritó Miranda-.
Yo la miré y ella me tiró la punta de una cuerda. Ella
tenía la otra punta. Me miró y luego asintió.
Y yo asentí también, fui volando hasta la boca de la
bestia y con la cuerda se la até para que no la pudiera abrir. Mientras Miranda
le estaba atando las alas.
Miranda voló hacia aquí y puesto que el Spaje no
podía volar a causa de las ataduras se calló dentro de la lava, y se hundió
lentamente.
Nosotras nos miramos y reímos a coro.
Pero entonces mis risas cesaron al acordarme de que
había perdido la espada de Justin y dije:
-¡Oh no!, la espada de Justin está bajo la lava, ¿Qué
vamos a hacer?
-No podemos hacer nada, porque no podemos entrar
dentro de la lava, lo siento, tendrás que asumir las consecuencias de lo que
has hecho-.
-Pero es que…-.
-No hay peros que valgan-.
Suspiré, y ella me regaló una sonrisa.
-Venga vamos- me condujo ella tomándome la mano y
arrastrándome fuera de Labek-.
11.
Cuiky
Entonces salimos de ese infierno de lava atravesando
la frontera rocosa, y alejándonos de él, para siempre…
La verdad es que no se si volvería a pasar por aquel
horrible lugar, ahora en mi cabeza solo había sitio para Justin.
Estaba tan cansada que apenas podía volar, gracias a
Miranda conseguimos llegar al lugar donde estaba él.
Atravesamos la frontera, y nos caímos redondas al
suelo rojizo en el que él se encontraba.
Me recogió por los brazos hasta que consiguió
levantarme, le besé, y luego le abracé, solté una lagrimilla al acordarme se su
espada.
Entonces Miranda carraspeó, como diciéndome que se lo
dijera.
Yo puse los ojos en blanco y suspiré a la vez.
-¿Qué os pasa?- preguntó Justin confuso-.
-Nada…- solté una risita mentirosa-.
Miranda no paraba de mirarme con cara de, “¡Si,
venga!” así que miré a Justin y le dije:
-Justin- suspiré y le eché una mirada asesina a Miranda- lo… ¿siento?-.
-Justin- suspiré y le eché una mirada asesina a Miranda- lo… ¿siento?-.
Miranda bufó.
-¿Qué? ¿Porque? ¿Qué pasa? –me preguntó-.
-Eso Silver, ¿Qué pasa?- dijo Miranda-.
Volví a poner los ojos en blanco y le dije a Justin:
-He perdido tu espada- me encogí de repente-.
-¿Qué?, ¡De eso nada!, ¡no la has perdido porque vas
a ir a buscarla ahora mismo!-.
-¿¡Qué!? Esta dentro de la lava, ¿Cómo la voy a
coger?-.
-Ya se te ocurrirá algo-.
Entonces me dio la espalda y se fue andando,
enfadado.
-¿Y que se supone que voy a hacer ahora?
Ella puso la mano en la barbilla pensativa…
-Bueno… también podría mojarme en el mar
completamente, luego saltar a la lava, nadar, hasta donde esté la espada,
cogerla, salir corriendo, y luego ir al mar otra vez, me mojo para quitarme el
calentón de la lava, y le doy la espada a Justin- dije-.
-¿Estás loca?-.
Yo la miré sorprendida.
-¡Te vas a asar viva!-.
-No importa, por Justin lo que sea-.
Le di la espalda y me puse a volar para llegar
corriendo a la orilla del mar.
Media hora después, llegué a la lejana orilla, con
esas aguas tan bonitas y cristalinas, eran iguales a aquellas con las que me
desperté.
Me fui metiendo primero los pies, y poco a poco fui
entrando en el agua, me mojé la cabeza y salí.
Entonces me dispuse a correr para llegar a Labek de
nuevo, “mira, al final sí que tendré que volver a ir” pensé.
Ya estaba empezando a secárseme el agua del cuerpo
con solo acercarme a su caliente orilla quemada.
“Esto no va a funcionar”, pensé de nuevo.
Pero tenía que hacerlo, por él.
Entonces me puse en posición para saltar, y un
segundo escaso después, unas manos me agarraron de la cintura y me dieron la
vuelta. Eran las suyas, que no sé qué hacían aquí.
-Justin lo siento de verdad, ahora iba a recuperar tu
valiosa espada, espera-.
Me intenté escapar de sus manos, pero no pude.
-¡Silver, no me importa la espada! Miranda me ha
contado que ibas a venir aquí para ir por ella, ¿no te das cuenta de que te vas
a quemar viva? ¡No voy a dejarte hacerlo!- dijo Justin con su voz angelical-.
Yo me giré hacia él, le miré fijamente a los ojos y
le abracé.
-Vamos a volver al camino, que nos hemos desviado un
poco- le escuché decir a Miranda entre risas-.
Se me calló una lagrimilla estando aún entre sus
brazos, de forma que él no podía verme la cara.
Se acabó nuestro abrazo, me quité la lágrima con la
mano y les dije:
-Venga vamos-.
-Venga vamos-.
Suspiré y luego Justin enrolló su brazo en mi
cintura, yo le sonreí y él a mí, (todo esto mientras andábamos hasta el
siguiente monasterio, que por cierto, nos faltaba muy poco) a continuación posé
mi cabeza sobre su hombro, y así andamos hasta donde estaba Pegaso.
Al aterrizar, me dio un escalofrío, era extraño, era
como un deyabú, como si ya hubiera
estado aquí antes…
Por eso precisamente le pregunté a Justin:
-¿Dónde estamos?
-¿Dónde estamos?
Justin soltó una risotada y luego me dijo:
-Estamos en Cuiky, un sitio bastante grande, la verdad, pero no hay mucho que ver, solo el Monasterio, está aquí en Cuiky, el Monasterio del Este, ya tengo ganas, éste es el segundo ya-.
-Estamos en Cuiky, un sitio bastante grande, la verdad, pero no hay mucho que ver, solo el Monasterio, está aquí en Cuiky, el Monasterio del Este, ya tengo ganas, éste es el segundo ya-.
-Oye y aquí, ¿Qué especie hay?- murmuré, por si acaso
nos escuchaban-.
-Están los Yaceles- soltó de repente Miranda
acoplándose en la conversación-.
-Deberías
buscarlo en el libro de las especies Silver- me aconsejó él-.
Estaba oscureciendo, unas nubes tenebrosas bañaron el
cielo.
-Sentémonos, hagamos un fuego, os lo leo, y luego durmamos, estoy cansada- propuse-.
-Vale, ¿aquí mismo?- me dijo él-.
-Está bien- dijo Miranda-.
Me quité a Justin de encima y me senté en el suelo
rojizo y frio. En este sitio no había nada, ni una triste roca, ni un pobre
árbol, todo era rojo, el suelo era rojo pasión, y estaba frio.
Ya estábamos los tres en el suelo, sentados, formando
un círculo con las mochilas y el equipaje en el medio y Pegaso a unos metros
más atrás tumbado durmiendo.
Yo cogí de mi mochila el libro de las especies hasta
que encontré donde ponía Yaceles y les dije:
-Aquí está, os lo leo:
“Habitan en Cuiky, en principio si te ven no te matan pero si te acercas demasiado a ellos o les asustas, te comerán de un bocado. A esta especie le cuesta mucho andar porque tienen las piernas muy cortas en comparación con el resto de su cuerpo, y lo bueno es que no te persiguen para matarte porque son incapaces de correr.
-Aquí está, os lo leo:
“Habitan en Cuiky, en principio si te ven no te matan pero si te acercas demasiado a ellos o les asustas, te comerán de un bocado. A esta especie le cuesta mucho andar porque tienen las piernas muy cortas en comparación con el resto de su cuerpo, y lo bueno es que no te persiguen para matarte porque son incapaces de correr.
Cuando
están contentos cierran su gigantesca boca y no te hacen nada, pero si están
enfadados, la suerte no te acompaña, porque como su boca ocupa casi todo su
cuerpo, estas muerto”.
Entonces suspiré y me estremecí.
-Yo creo que no es para tanto- soltó Justin- solo que
no tenemos que enfadarlos, pero aunque lo hagamos ahí dice que no pueden
correr-.
-Pero también dice que su boca ocupa casi todo su
cuerpo- dijo Miranda-.
-Bueno mañana hablamos,
que estoy cansada, hoy ha sido un día muy largo- dije con la voz ronca-.
-Tienes razón, durmamos ya- dijo Miranda-.
Yo me tumbé en el congelado suelo rojo apoyando mi
cabeza en la mochila, como si fuera un cojín. Mis parpados me pesaban cada vez
más y más hasta que no pude mantenerlos abiertos y los cerré.
Tuve una horrorosa pesadilla…
En
ella aparecíamos Justin, yo y miles de millones hechiceros, nosotros dos
teníamos que luchar contra todos ellos y yo sentía como me corría la sangre por
las venas, sentía deseo de acabar con sus vidas, no sabía en qué me había
convertido, deseaba su sangre, pero al mismo tiempo tenía miedo porque pensaba
que no teníamos ninguna posibilidad de ganar esta batalla.
Entonces
Justin y yo, codo con codo, empezamos a pelear.
Yo
iba como una loca volando con una espada a por ellos, Justin también tenía una,
y las dos eran iguales. Entonces en mis bolsillos noté algo frio, ¡eran las
cuatro dagas!, ya las habíamos conseguido, supongo que por eso los hechiceros
estaban tan furiosos con nosotros, querían arrebatárnoslas, pero yo no lo podía
permitir y por eso luché con toda mi fuerza, aquello parecía un baile por los
rápido que nos movíamos.
Entonces
perdí de vista a Justin. Estaba intentando buscarlo con la mirada, me distraje
buscándolo y un hechicero me pegó una patada en el estómago, dejándome unos
segundos sin respiración. Me arrebató las dagas, y la espada. Ellos ganaron la
batalla.
Pensaron
que estaba muerta y me dejaron allí tirada, sin poder a penas moverme.
Unos
minutos después, cuando ya estaba mejor, me levanté del suelo y me puse a
buscar a Justin, pero era inútil, Justin no estaba por ninguna parte.
Entonces
empecé a gritar su nombre como si no hubiera un mañana, y de repente…
Vi
una roca, o bueno yo al principio creía que era una roca, una roca alargada y
oscura, pero conforme
me iba acercando más y más a ella, me di cuenta de que era Justin que estaba tumbado
en el suelo. Cuando me di cuenta de aquello me dispuse a correr hacia él con
lágrimas en los ojos.
Cuando
al fin conseguí llegar a su posición, me arrodillé junto a él y posé mis manos
sobre su pálido rostro.
Tenía
los ojos abiertos, me miró y se puso a sangrar por la boca.
Yo
le dije:
-Justin, Justin- suspiré, y tragué saliva al mismo tiempo que lloraba- ¿Qué te pasa?-susurré-.
-Justin, Justin- suspiré, y tragué saliva al mismo tiempo que lloraba- ¿Qué te pasa?-susurré-.
De
su boca solo salieron dos palabras, que las dijo con un hilo de voz y luego se
las llevó el viento. Me dijo que me quería.
Luego
yo le sonreí, y él se quedó quieto, no movió ni un músculo, y como yo sabía que
él siempre me devolvía las sonrisas, no entendía porque esta vez no lo hacía.
Pero
poco después comprendí que había muerto.
Entonces me desperté, de aquella trágica pesadilla.
Me levanté con lágrimas en los ojos, aquella
pesadilla había sido tan real.
Ya era de día y gracias a este amanecer tan bonito
pude abrir del todo los ojos.
Miranda y Justin estaban dándole de comer a Pegaso y
también riéndose de alguna tontería.
Me acerqué a ellos y Miranda me dijo:
-Buenos días, dormilona-.
Justin me sonrió y yo a él aunque todavía estaba
dolida pensando en mi doloroso sueño.
Intenté dar un tema de conversación para olvidarme
del asunto:
-Bueno ¿qué? ¿nos ponemos en marcha?
-A mí me gustaría ver un Yacel- propuso él-.
Miranda suspiró, y yo le pegué un codazo en las
costillas a ella.
Miranda me susurró:
-¿Qué?
-¿Qué?
Yo le negué con la cabeza.
-Bueno… está bien, vemos un Yacel y luego vamos
directos al Monasterio del Este, ¿vale?-propuse para olvidarme de aquel malo
recuerdo-.
Ambos asintieron a la vez y yo me reí un poco.
Entonces nos pusimos a
andar los tres, yo estaba en medio, Justin a mi derecha y Miranda a mi
izquierda. Andábamos sincronizados.
Los tres nos reímos sin
ninguna razón.
Entonces yo vi a un
pequeño monstruito cuyas piernas eran ridículamente pequeñas, eran como medio
brazo mío.
Y su cabeza era como
tres cuartos de todo mi cuerpo, era muy bajito.
Entonces su gigantesco ojo
me miró de repente, y yo murmuré:
-Chicos, mirad eso, es
un Yacel y nos está mirando-.
-Venga ya, ¿y eso se
supone que nos tiene que dar miedo?- dijo Justin con un tono sarcástico-.
A continuación Justin se
separó de nosotras y se puso a caminar para acercarse a aquel bicho. A mí me
dio un mal presagio.
El Yacel rujió y Justin
pegó una risotada.
-Justin vuelve aquí, en
el libro ponía que no lo pusiéramos
nervioso- susurró Miranda-.
Pero Justin pasó de ella
y nos dijo:
-Venga ya, este
pequeñajo no nos puede hacer nada, ya verás como no pasa nada, solo lo quiero
acariciar-.
Miranda me miró
preocupada y yo me sentí obligada a decirle a Justin:
-¡Vuelve aquí Justin,
esto me da mala espina!
Pero no atendía a
razones, y ya estaba a punto de tocar su gran cabeza, y el bicho no paraba de
rugir.
Al final le tocó la
cabeza, y el monstruito paró de rugir, parecía incluso que hubiera sonreído.
Ambas suspiramos
aliviadas a la vez y Justin dijo:
-¿Veis como no pasa nada?-.
-¿Veis como no pasa nada?-.
De repente el pequeño
Yacel paró de sonreír y le tragó un brazo entero a Justin.
Yo grité a coro con los
gritos de Justin.
Miranda y yo fuimos
corriendo e intentamos sacarle el brazo a Justin, mientras este gritaba:
-¡Ayudadme, ayudadme,
sacadme el brazo, vamos!
-¡Miranda, intenta
abrirle la boca al Yacel, y yo le sacaré el brazo a Justin!-propuse asustada-.
Ella asintió y se puso a
ello, puso una de sus manos en la parte de arriba de su gran boca y la otra a
bajo e intentó con todas sus fuerzas abrirlo, pero no parecía que funcionase.
Yo mientras estaba estirando a más no poder, pero nada daba
resultado, tendríamos que cortarle el brazo, así que dije:
-¡Justin, tenemos que
cortarte el brazo!
-¿¡¡Queeee!!?-gritaron
los dos a la vez-.
-¡¡No, por favor, noo,
no me cortéis el brazo por favor, nooooo!!-suplicaba él-.
-¡También, podemos matar
a la pequeña bestia!- Miranda intentó dar una solución -.
-¡¡Siiii, mi brazo
noooo!!- Justin no paraba de gritar- ¡¡aaaahhh! ¡¡Se me están clavando los
colmillos en el hombro, matadlo yaaaa!!
-¡¡Esta bien, matémoslo!!-grité
desesperada-.
Miranda sacó sus letales
colmillos y yo con las manos le arranqué un colmillo al Yacel, me costó
muchísimo, tuve que utilizar toda mi fuerza, pero lo conseguí.
Entonces le clavé el colmillo
en una de sus patas y éste cayó al suelo, con Justin incluido, todavía no le
había soltado. Y en eso, Miranda le clavó sus colmillos en uno de sus gigantes
ojos, y se lo sacó de las orbitas, ¡puaj que asco!
Entonces Miranda le dio
una patada, y yo le clavé su propio colmillo en la cabeza, y dejó de moverse,
Justin consiguió sacar su brazo que ahora estaba bañado de sangre.
Él no paraba de gemir, y
yo le pegunté:
-¿Estás bien?
Él me miró y me
contestó:
-La verdad es que no- gimió de nuevo- pero da igual, vamos, no estamos lejos del Monasterio, solo espero que en el camino no encontremos a más bichos de estos-.
-La verdad es que no- gimió de nuevo- pero da igual, vamos, no estamos lejos del Monasterio, solo espero que en el camino no encontremos a más bichos de estos-.
-Ha sido culpa tuya, te
dijimos que vinieras pero no nos hiciste caso- replicó Miranda-.
-Ya… lo sé y lo siento-
se disculpó-.
-Bueno, eso ya no
importa, anda subamos a Pegaso y vamos al Monasterio- dije, dejando como
finalizada nuestra conversación-.
Luego los tres fuimos
andando sobre nuestros pasos hasta llegar a donde estaba Pegaso. Cada vez que
lo veía estaba más hermoso, me encantaba este caballo volador.
Esta vez fue Justin el
primero que subió y nosotras fuimos detrás, como Miranda era la que más atrás
estaba le pegó un golpecito en el culo a
Pegaso para que volara y así lo hizo.
Cuando estábamos ya en
el aire se me ocurrió preguntarle a Justin:
-Oye, porque no sacas esa cosa.
-Oye, porque no sacas esa cosa.
-¿Qué cosa?
-Si hombre, eso que nos
dice nuestra posición.
-¿Dices el localizador?
-Sí, exacto-dije entre
risas-.
-Podrías aprenderte su
nombre.
Yo me carcajeé.
Lo sacó de su mochila y
dijo:
-Chicas, estamos aquí,
falta poco-.
-¿Ese puntito azul somos
nosotros?- preguntó Miranda-.
-En efecto- contesté-.
-¿Y que son esos puntos
rojos?
-Son hechiceros, hay
muchos cerca del Monasterio- dijo Justin, preocupado.
-¿Y cómo vamos a
entrar?- pregunté-.
-Tendremos que
esquivarlos de alguna forma, ellos son muchísimos y nosotros somos tres. No
podemos dejar que nos vean, pero claro tampoco podemos dejar que ellos consigan
la segunda daga- dijo Justin-.
-Y, ¿qué pasa si nos
ven?- pregunté-.
-Si ocurre eso, solo
podremos hacer una cosa… luchar- me contestó él-.
Yo suspiré y a
continuación apoyé mi cabeza en su espalda, cerré los ojos y me eché una
siestecilla...
Soñé otra vez lo mismo,
la misma pesadilla tenebrosa. Me daba un mal presentimiento. Aquel deseo de
matar, aquella locura y mi difunto novio, me iban a perseguir hasta el resto de
mi vida.
12.
Monasterio
del Este.
Cuando me desperté, ya
habíamos llegado, todavía estábamos encima de Pegaso y podíamos ver que abajo
había muchísimos hechiceros intentando tumbar la gran puerta del Monasterio. Estaba
claro que la gente que había dentro no les dejaba entrar, nos estaban esperando
a nosotros, pero esa vieja puerta no aguantaría mucho más. Teníamos que hacer
algo, teníamos que entrar.
Entonces les dije a
Miranda y a Justin:
-Tenemos que hacer algo…
¿pero qué?
-No podemos dejar que
ellos cojan la daga antes que nosotros, hemos pasado por muchas cosas para
llegar aquí, no nos rendiremos- soltó
Justin intentando levantarnos el ánimo, dulcemente-.
-Bueno, siempre podemos
idear un plan- dijo Miranda, la que hacia un rato que no hablaba-.
-¿En qué estás pensando?
Pero date prisa ¡están a punto de derribar la puerta!- gritó el guapo de
Justin-.
-Pues, uno de nosotros,
podría distraerlos para evitar que derriben la puerta, mientras los demás
entran en el Monasterio del Este por una de las ventanas, coge la daga, avisa a
los otros y nos vamos volando con Pegaso-.
-No está mal esa idea,
pero ¿Quién va a arriesgar su vida distrayéndolos?- pregunté atónita-.
-Yo lo haré- dijo Justin
con valentía-.
-Pero… Justin, Justin, no puedes… tu no… no-
intenté decir una frase más coherente, pero eso fue lo único que me salió. No
soportaba la idea de que le hicieran daño alguno, no la soportaba, me
transmitía un gran dolor, demasiado dolor, no podía dejar que pasara, no podía,
tenía que impedirlo, o al menos saber que hice todo lo que pude-.
-Escucha, Silver, yo soy
el que más experiencia tiene luchando aquí, tengo que hacerlo, pero no me
pasará nada, vosotras apresuraros, daros prisa-.
-Silver, es lo mejor,
Justin tiene razón, él sabe luchar mejor que nosotras ganará más tiempo, mira,
dejaremos a Justin en tierra, él empezará a luchar con esas masas, luego yo te
dejaré a ti en la ventana del Monasterio, y me vendré a esta posición, para
poder vigilar que Justin está bien, cuando tengas la daga, me avisas y yo os
recojo del suelo a los dos, y punto- me explicó ampliamente Miranda-.
-Pero, pero…-no me salió
otra cosa, la verdad es que era un buen plan, pero seguía estando en contra de
poner en peligro su vida-.
-Ya sé que es duro para
ti, pero es lo que hay…- me intentó animar Miranda- así que ¡va!, no nos
pongamos dramáticos y vamos a dejar a Justin en tierra-.
Miranda le pegó un
manotazo a Pegaso para indicarle que se fuera abajo.
Cada vez nos acercábamos
más a esas bestias malignas que puede que le arrebataran la vida a mí amado…
No era capaz de
imaginarme el daño que me supondría, solo recordaba ese espantoso sueño,
supongo que sería algo así…
Ya estábamos en el
suelo, y un grupo de catorce hechiceros se aproximaban a nosotros a la
velocidad de la luz, Justin bajó, me dio un suave beso en los labios, que me
derritió… lo hizo por si no nos volvíamos a ver, nunca más…
Miranda no perdió el
tiempo y dirigió a Pegaso hacia arriba. Nos paramos un segundo y presenciamos
el momento de la acción y el sufrimiento eterno…
Justin luchando con
muchísimos hechiceros…
Miranda iba a llevarme a
la ventana cuando le dije:
-¡No! Espera, yo tengo
alas iré volando hacia la ventana porque no quiero que le pierdas de vista ni
un escaso segundo, no pestañees, y recuerda, si pasa algo, llámame, o baja a
ayudarle, por favor Miranda, confío en que lo harás, no me decepciones… por
favor- le supliqué angustiada-.
-Claro, claro, tranquila
Silver, no le voy a perder de vista, ahora vete, y consigue la daga lo antes
que puedas, ¡vamos!, todo depende de ti…-.
Me di la vuelta y en eso
Miranda me cogió del brazo y me giró y me abrazó, puede que este fuera nuestro
último abrazo…
En eso abrí mis grandes
alas oscuras y las elevé hacia la ventana del Monasterio, triste, frágil,
invisible, y muerta…
Una débil lágrima me
acarició la mejilla derecha, y sin darme cuenta, mi dulce rostro estaba bañado
por mi propio mar…
Finalmente llegué a la
gran ventana, me posé sobre la blanca repisa que la sujetaba y a continuación
salté dentro de la iluminada habitación.
La sala era igualita a
la del otro M
onasterio, no se
distinguían en nada. La daga también era igual de hermosa y brillante, también
estaba dentro de una vitrina de cristal que la protegía. Era igual a la
anterior, pero el mango en vez de un ala tenía un dragón de cuya boca salía un
fuego que era la afilada hoja del puñal. Esta era de plata y no de oro como la
anterior.
Se me hizo imposible
romper la vitrina, era demasiado dura, así que salí de la habitación, bajé las
escaleras corriendo y vi a tres chicas rubias y finas, de tez muy blanca como
la nieve y las tres tenían los ojos rojos y grandes, iguales a los de Miranda. Eran
vampiras, pero eran buenas vampiras, porque estaban intentando que los
hechiceros no consiguieran entrar.
También había cuatro
hombres, uno era vampiro porque era muy blanco y guapo con los ojos rojizos
también. Los otros tres eran débiles ancianos, que prestaban un poco de ayuda.
El vampiro macho me miró
y exclamó a todos los presentes:
-¡Chicos, chicos! ¡Ella
es Silver!, menos al que has llegado, te estábamos esperando, ¡tienes que
llevarte la daga! ¡antes de que pasen!-.
Se acercó corriendo a mí
y me dijo más calmado, mientras los demás hacían fuerza para mantener la puerta
de madera cerrada:
-Hola, Silver, yo soy Leo, soy un vampiro bueno, al igual que mis compañeras- dijo mientras contemplaba a esas hermosas mujeres- ven conmigo, yo te haré entrega de la Daga del Este, sígueme-.
-Hola, Silver, yo soy Leo, soy un vampiro bueno, al igual que mis compañeras- dijo mientras contemplaba a esas hermosas mujeres- ven conmigo, yo te haré entrega de la Daga del Este, sígueme-.
Me cogió de la mano y me
estiró hacia arriba de las escaleras me metió en la habitación y cuando iba a
levantar la vitrina, dos hechiceros aparecieron por la ventana.
El vampiro me empujó tan
fuerte que, consiguió tirarme por las escaleras, me hizo daño en las costillas
y las vampiras rubias vinieron a por mí y una de ellas me dijo:
-Hola, yo me llamo Bala,
y ellas son Aurelia y Socrata, ¿Cómo te has caído?- tenía una voz dulce y
aterciopelada, de niña pequeña-.
-Leo, el otro vampiro,
me ha empujado, porque han aparecido dos hechiceros…-.
-Silver, no tienes que
dejar que pasen por la puerta, mira, te voy a decir una cosa, te voy a decir lo
que vas a hacer- me fascinaba su aguda vocecita- vas a ir a la sala donde está
la daga y vas a luchar contra los hechiceros que están intentando entrar. Le
vas a decir a Miranda que baje y que ayude a luchar también, mientras estos
tres sabios ancianos se ocupan de que no abran la puerta. Nosotras tres con tu
ayuda y la de Leo destruiremos a todos los hechiceros que entren en la ventana.
Cuando estemos a salvo, te daremos la daga, y podrás seguir tu camino, ¿vale?-.
-Es una buena idea, lo
haré-.
Ya me encontraba mucho
mejor, me levanté corriendo al mismo tiempo que la chicas y abrí mis alas y
volé rápidamente hacia la habitación, una vez dentro, vi que ahora habían cinco
hechiceros en la sala y la brillante daga de plata estaba en el suelo, un
hechicero entró de nuevo por la ventana, y vio la daga, y entonces Bala me
gritó:
-¡¡Silver, la dagaaa!!
Yo corrí lo más que pude
y cuando tenía al hechicero en frente, me quedé paralizada…
No pude hacer nada… no
podía respirar… era demasiada presión… lo único que escuchaba eran los latidos de
mi corazón, que me iba a mil, bajé mi cabeza, presencié la daga por última vez,
y me desmayé…
13. El encuentro
No sabía cuánto tiempo
podría haber pasado, no sabía siquiera si estaba viva o muerta, o si esto era
un sueño, o era una realidad…
Estaba en un sitio frio,
congelado, con mi mano derecha cogida a la de alguien, y mis ojos cerrados en
esta profunda oscuridad; una lagrima recorrió mi cara…
Quería despertar, de
esta dura realidad…
Si estaba viva, quería
morir, y si estaba muerta quería vivir, solo esas dos tristes opciones…
La oscuridad ganaba la
batalla, mi corazón ardiendo en deseos de despertar, y mi mente, escondida, sin
ningún propósito de volver a salir.
Mis ojos luchando contra
mis párpados, sin saber si volverían a abrirse o al menos a volver a ver alguna
luz al final del túnel, el túnel interminable, se alejaba de mí sin darme
respuestas. Como aquella noche en la playa, en la húmeda playa. Quizás todo
esto ha sido un sueño, y yo todavía sigo estando tumbada en la playa.
Sin escapatoria alguna,
sin saber qué hacer, vagabundeando por mis duros pensamientos, nadando en el
mar de lava de mi mente, mi corazón latiendo al ritmo del fuego, ¿Dónde estás, Justin?
¿Dónde estoy yo, Justin?
Justin, contéstame…
Pero él no lo hacía…
Nadie lo hacía, entonces
empecé a sentir que el hielo que congelaba mi cuerpo se convertía en agua
gracias al fuego, esa lucha nunca acababa, esta vez el fuego iba en cabeza, ¿si
éste conseguía ganar, que pasaría? ¿conseguiría abrir mis ojos, o cerrarlos
para siempre?
El fuego ganaba, el
calor de éste bañaba mi cuerpo, no había escapatoria, no escaparía.
Yo controlo este mundo,
controlo mi cuerpo, me controlo, si lo intento puedo abrir los ojos, sé que
puedo, ¡puedo y lo haré!
Entonces conseguí abrir
mis ojos y levantar mi torso. Estaba tumbada en el suelo destrozado de la
habitación donde había estado la daga, estaba en el Monasterio todavía, pero ya
no había hechiceros, la daga no estaba en el suelo, y había mucha gente
alrededor mío, sentados en el suelo mirándome perplejos. Eran éstos:
Justin, Miranda, Bala,
Aurelia, Socrata, Leo y los tres
ancianos también…
Toda la habitación
estaba destrozada, la ventana rota, el
suelo lleno de cristales, la vitrina partida por la mitad, y la puerta caída…
Entonces pregunté, a
todos:
-¿Qué ha pasado?
Justin suspiró…
Algo malo había pasado
porque todos estaban heridos, incluida yo, y la daga ya no estaba.
-Se han llevado la daga-
me dijo Socrata- tú te desmayaste, luchamos todo lo que pudimos, pero…
Ella se puso a llorar,
al igual que sus hermanas, que la estaban consolando, sentía que todo esto era
culpa mía.
-¿Cuánto tiempo ha
pasado?-pregunté-.
Miranda me miró, triste,
y me dijo:
-Han pasado dos largos
días, están demasiado lejos-.
-Ya no hay nada que
hacer- soltó Leo-.
-Pero…-dije yo- no puede
ser… esto no ha podido pasar, lo siento muchísimo, lo siento- dije con lágrimas
en los ojos- todo es culpa mía no me tendría que haber desmayado, lo siento-.
-Esto no es culpa tuya-
me dijo Justin, mientras me acariciaba con sus suaves manos la cara- te voy a
explicar todo lo que ha pasado: Bala, Aurelia, Socrata, Leo y tú estabais
luchando aquí dentro contra los hechiceros que entraban por la ventana. Al
principio solo eran dos, luego cinco, y luego eran muchos, eran tantos que ni
los contasteis.
*Leo se tiró por la
ventana para avisarnos a mí y a Miranda, de que habían entrado,
entonces, yo subí y me puse a luchar contra ellos, pero me distraje al verte
tumbada en el suelo, y te puse a salvo en una de las habitaciones de este Monasterio…
*…Miranda estaba luchando
con los hechiceros que intentaban subir a la ventana escalando. Entonces
perdimos de vista la puerta principal donde solo estaban los tres ancianos, un
grupo enorme de hechiceros tiraron la puerta abajo y subieron aquí. A Miranda
la hirieron y no pudo seguir deteniéndolos. Entonces, sin darnos cuenta, estaba
todo el ejército de hechiceros en esta habitación, nos hirieron a todos y no
pudimos detenerlos. Se llevaron la daga, y te trajimos a ti aquí, luego te
despertaste y empezamos a contarte lo que te estoy contando ahora…, eso es lo
que ha pasado, no es culpa tuya-.
Me quedé perpleja, habría
sido una guerra interminable, y de mucha, mucha acción, pero por lo menos
estaban todos vivos, y nadie había muerto.
-Bueno, por lo menos, no
han matado a nadie- dije intentando dar ánimos-.
-Eso es verdad- dijo un
anciano-.
-Venga, tranquilos
chicos, que no está todo perdido, les arrebataremos la daga. Ahora estamos a la
par. Nosotros tenemos una y ellos otra, y no pueden hacer ese hechizo tan
poderoso si les falta una daga, ¿no?- dije con el propósito de dar ánimos-.
-Tienes, razón Silver,
aún no está todo perdido- Habló Miranda-.
-Escucha, Silver, hemos
ideado un plan mientras dormías- Dijo Aurelia-.
-¿Cuál?- pregunté-.
Ahora respondió Socrata:
-Que Aurelia, Bala, Leo
y yo, vamos a ir a caballo al Monasterio del Oeste y vosotros tres vais al del
Norte a por la hermana de Miranda. Cuando encontréis la daga, nos encontraremos
en el del Oeste, os estaremos esperando.
-Parece una buena
estrategia, pero tendremos que salir ya porque si no los hechiceros nos van a
adelantar otra vez- dije-.
- Está bien-.
Todos nos levantamos al
mismo tiempo y nos abrazamos a la vez, mientras Bala dijo:
-Bueno, chicos, ya nos veremos en el Monasterio, adiós-.
-Bueno, chicos, ya nos veremos en el Monasterio, adiós-.
-Adiós- susurré-.
Entonces Justin me cogió
de la cintura y nuestros labios se encontraron de una forma muy tierna y
especial.
Pegaso voló hacia la
ventana esperando a que subiéramos, Miranda subió la primera, y Justin me cogió
y me sentó detrás de Miranda, y él detrás de mí.
Seguía cogiéndome de la
cintura y me besó el cuello, que por cierto me encantó.
Miranda dirigió a Pegaso
hacia al cielo, hacia la libertad…
Holaa, me he leido el prologo, y me ha parecido muy interesante, pero he tardado 21 minutos en leerlo, me parece que deberias hacer no solo este, sino los capitulos en general mas cortos, nada mas, me ha gusta y me imagino que continuare leyendola :)
ResponderEliminarwww.mishistoriasynadamas.blogspot.com